Título original: Tрудно быть богом
Idioma original: Ruso1964
Editorial: Gigamesh (2011/2019) Novela (ciencia ficción)
Traducción (del ruso): Justo Vasco y Raquel Marqués
Fantasía parece, cifi es
No tenía ni idea de que así era, pero, al parecer, existía un clásico de la ciencia ficción, uno de esos que HAY que leer, por ahí suelto y traducido al español. Lo descubrí por casualidad, cuando nos llegaron a Libros Prohibidos las novedades de Gigamesh y nos anunciaron que habían decidido reeditar Qué difícil es ser dios, de los hermanos Strugatski. Pues nada, para allá que me lancé. Todo un acierto por mi parte, como estáis a punto de descubrir.
Don Rumata de Estor es un aristócrata con una posición de privilegio en la corte de Arkanar, un prohombre cuya compañía es tan codiciada como su alcoba y de quien se cuentan hazañas milagrosas. Pero mientras que se desenvuelve con soltura entre duelos e intrigas palaciegas, se siente impotente a la hora de entender los mecanismos de represión que embrutecen el reino. Y su tragedia personal es que, como observador, sabe que no puede ni debe influir en el curso de los acontecimientos.
No es algo vital para lo que viene a ser la lectura en sí, pero es algo que puede interesar a los coleccionistas a la par que animar a aquellos que todavía no tienen este libro por casa: la edición es una maravilla. La portada, los acabados del interior, la tapa dura... En Gigamesh han querido honrar este clásico, y ya que se ponen, pues lo han hecho bien, lo que es de agradecer. En Instagram no he dudado en incluirlo en la etiqueta #librosbonitos y es que no es para menos.
Vamos a hablar del texto, que es para lo que hemos venido. Si algo ha hecho famosa a esta obra ha sido la crítica velada al propio país de los autores, la URSS, donde allá por 1964 no eran tan comprensivos con los disidentes. Vamos, que le colaron un gol por toda la escuadra a la censura estatal. El ambientar la acción en un mundo feudal y oscuro donde están matando a los hombres de ciencia, a aquellos que piensan un poco distinto e incluso a aquellos que saben escribir les permitió echar pestes sobre sistemas opresivos y carentes de libertad. Y la jugada les funcionó a las mil maravillas.
La crítica contenida en Qué difícil es ser dios va todavía más allá. Habla del miedo a lo ignoto, del sometimiento a fuerzas que resultan ser nocivas solo porque, ya se sabe, más vale malo conocido que bueno por conocer. También trata el tema del inmovilismo patológico y la tendencia a la mediocridad. Es tan aguda y consistente su crítica, que nos alcanza hoy día, casi sesenta años después de su publicación. Es brillante, preclaro, tanto que hasta asusta. Muy al nivel de . Ahí es nada.
Y lo mejor de todo, al menos para mí, es que, pese a que Qué difícil es ser dios tiene un revestimiento de oscuridad y pesimismo, lo cierto es que el mensaje final es esperanzador. El momento histórico del mundo ficticio en el que se desarrollan los hechos es una Alta Edad Media especialmente turbia donde nada funciona como debería. Aun así, la visión del protagonista, Rumata, un enviado de un mundo humano más avanzado, nos hace albergar esperanzas. Saldremos del hoyo, por muy negro que sea el tiempo que nos ha tocado vivir.
Después llegaría una época de convulsiones sociales vertiginosas, acompañadas por un desarrollo de la ciencia sin precedentes y ligadas a un proceso amplísimo de intelectualización de la sociedad; en esta época, la grisura libraría sus últimos combates, tan enconados que devolverían la humanidad al medievo, pero resultaría derrotada y nunca más volvería a ser una fuerza real.
Ojo, que no se me olvide mencionar que se nota que la obra está escrita en los 60 del siglo pasado. Quiero decir con esto que no busca enganchar al lector desde la primera página con una sucesión de capítulos rápidos, que es a lo que estamos acostumbrados en los últimos tiempos, sino que se toma su tiempo en construir la historia. Es tan así que juega a tener perdido al lector en los primeros compases. De hecho, yo no empecé a disfrutar de verdad hasta que no llegué a la mitad. A partir de ahí fue una gozada.
Con humor todo entra mejor
Lo paradójico y, a la vez, maravilloso del tema es que la siempre presente crítica se efectúa en modo de comedia, lo que vuelve el asunto más cáustico, turbio y, por qué no, también interesante. Hay pasajes enteros donde los diálogos se suceden sin parar, recordando a una obra de teatro de humor tirando a absurdo. Qué difícil es ser dios parodia la historia, se ríe de sí misma y de todos nosotros, y es posible que resida ahí el secreto de su éxito.
A ver, no es una comedia para perder el culo, también hay que decirlo, pero una vez que has entrado en la dinámica de la novela y vas pillando la acidez que destila, disfrutas. Y te ríes. En ocasiones me ha recordado a Pratchett, salvando siempre las distancias.
-Bien. Yo sujeto el barón y vosotros pasáis corriendo tan deprisa como podáis -dijo Rumata-; no podré retenerlo mucho tiempo. ¡Eh, los de la puerta, dejad libre la salida! Barón -dijo, rodeando a Pampa por su ancha cintura-. Me parece, amigo mío, que habéis olvidado una circunstancia esencial. Vuestros antepasados solo usaron esa espada gloriosa en los combates nobles, pues lleva una inscripción que dice "No me desenfundes en tabernas".
Esto sería más o menos todo tratando de no caer en más spoilers de la cuenta. Porque este libro os lo tenéis que leer. Así de claro.
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Fotos: Nomadic Julien. Unsplash