Holanda practica la eutanasia a una víctima de violencia sexual. Esto abre una nueva frontera al suicidio asistido. Una joven veinteañera ha muerto por una inyección letal en Holanda,
bajo el dictamen de un
comité de burócratas de la Medicina que decidió que ejecutarla era lo
mejor para acabar con el sufrimiento que le causaba una depresión
crónica que era la secuela de los abusos sexuales que sufrió entre los 5
y los 15 años.
La Eutanasia se permite en Holanda y en Bélgica, a
petición del paciente, casi en cualquier circunstancia.
La depresión es uno de esos supuestos.
Sus leyes han ido ampliando los casos, hasta reconocer la eutanasia a
niños enfermos, si lo piden los padres.
Es un caso típico de la pendiente resbaladiza: se empieza legislando para casos excepcionales y se termina
aplicando una ley a toda la población.
Los médicos reconocieron que la joven había mejorado en el último año
gracias al tratamiento contra la depresión, y aun así, decidieron que la
forma de extirparle el sufrimiento era acabar con su vida.
Cuidar, sanar, acompañar, reconstruir las vidas dañadas es mucho más
caro.