En la segunda mitad del siglo XVI, después del Concilio de Trento, la humildad y el decoro fueron transformando la moda cortesana del reinado de Felipe II, que eligió una impronta ponderada y distinguida en la manera de vestir.
La Contrarreforma (respuesta católica a las reformas protestantes, que consistió en una vuelta a los orígenes más sobrios de la religión católica), trajo a la corte española una moda distinta a la de los comienzos de siglo, mucho más pudorosa y sobria.
En la mujer desaparecen los escotes y se viste con más recato y moderación. Estructuras como el verdugado (falda acampanada formada por un armazón de varas flexibles cosidas en su interior) y las tablillas de pecho, dieron a las princesas españolas un porte ampuloso y delicado, que para algunos, las hacían parecer alcuzas de aceite.
La lechuguilla (el típico cuello de lino plisado y almidonado que cubre el cuello), adquiere un gran protagonismo que copiará toda Europa ("vestir a la española", se decía).
Nuestro Armani (Felipe II), popularizó el color negro encarnando el espíritu de la Contrarreforma y consiguió hacerlo el color predominante del atuendo español de la época.
La evolución de los tintes, tras el descubrimiento del palo de Campeche (una leguminosa mexicana) permitía unos negros intensos como hasta ahora no habían sido vistos. ¡ Elegancia al poder!.
Mientras, en la corte inglesa, el éxito político y profesional iban unidos a la apariencia. El cortesano se esforzaba en reflejar el poder de la reina Isabel I con el mejor de sus atuendos. Su corte reflejaba un aspecto de lo más innovador en la manera de vestir. Era el universo soñado de John Galliano.
El guardarropa de Isabel estaba lleno de vestidos (se inventariaron a su muerte más de 2.000 vestidos), de rica fabricación, elaborados detalles y adornados de joyas, que hablaban ostentosamente de su poderoso estatus.
A nadie se le permitía competir con la apariencia de la reina y ,en alguna ocasión, alguna dama de honor tuvo que ser advertida de utilizar un atuendo demasiado suntuoso que intentaba eclipsarla.
En 1587, Isabel I tenía en su inventario de tocador 628 piezas de joyería.
Para disimular sus marcas faciales provocadas por la viruela, maquillaba su rostro con una espesa capa blanca hecha de plomo blanco y vinagre y se glaseaba la cara con clara de huevo para relenar sus imperfecciones.
Sus labios bermellón no eran más que fruto del sulfuro de mercurio y sus ojos se delineaban con antimonio en polvo. Utilizaba prácticamente media tabla de los elementos químicos.
Así pues, tenemos dos estilos bien definidos y muy separados en las cortes española e inglesa de 1588. Armani y John Galliano. Solamente tú eres dueño de tu gusto, así que elige tu estilo preferido y a por todas.