Revista Arquitectura

Arquitecto-arquitecto

Por Arquitectamos
A Hans Brinker
En mi anterior entrada escribí que me parecía que Robert Venturi había sido un gran escritor, pensador y crítico de arquitectura, pero un mal arquitecto. Para colmo dije que como arquitecto-arquitecto dejaba mucho que desear.
El agudo polemista Hans Brinker me recriminó. Me preguntó qué entendía yo por arquitecto; es más: qué entendía por arquitecto-arquitecto. ¿Solo es arquitecto quien construye?, me preguntaba, ¿y solo quien lo hace bien? Añadía que también es arquitecto quien escribe sobre arquitectura y quien hace muchas otras cosas, y que es muy reduccionista considerar arquitecto solamente a quien diseña y dirige las obras de edificios.
Le di apresuradamente la razón y le prometí que intentaría aclarar mi postura en el blog, ya que en twitter es imposible matizar con cierta extensión. Confieso que mi primera intención fue contemporizar y templar gaitas, pero he estado mirándome por dentro, dándole vueltas y no puedo. Voy a exponer mi opinión sincera. Ojo: Mi opinión. Nada más que mi opinión, que no tiene valor alguno para nadie más que para mí. Y creo que voy a cabrearle aún más. (Es posible que cabree a más gente. Lo siento. No lo hago por pura maldad, sino por exponer sinceramente lo que creo).
¿Qué es un arquitecto1? y aún más: ¿Qué es un arquitecto-arquitecto?
La definición clásica de arquitecto-a en el DRAE era:
Arquitecto-arquitecto
"Persona que profesa o ejerce la arquitectura". Bien. Parece obvio. Pero ahí mismo leemos qué entiende la RAE por arquitectura: "Arte de proyectar y construir edificios". Es decir, que el arquitecto es la persona que tiene por profesión proyectar y construir edificios.
Esto es lo que viene en mi edición en papel, que es la vigésima primera y data de 1992.
En el DRAE online vemos que esa definición ha cambiado:
Arquitecto-arquitecto Añaden (a mi juicio innecesaria y torpemente) el matiz de que esa persona esté legalmente autorizada, pero en lo que es su profesión y cometido no cambian nada.
Y arquitectura sigue siendo "arte de proyectar y construir edificios". Para más inri le añaden "diseño de una construcción", que creo que estaba más o menos incluido en la anterior acepción.
Arquitecto-arquitecto
Las otras dos acepciones no aportan nada a lo que nos interesa, así que podemos decir que en este momento, según la RAE, un arquitecto es una persona que tiene el título académico adecuado, está colegiado, no se halla en situación de incompatibilidad, está al corriente de sus cuotas y demás obligaciones, no ha sido legalmente inhabilitado y yo qué sé qué más, y por todo ello tiene como profesión el arte de proyectar y construir edificios, y también diseñarlos (por si lo de proyectar no había quedado claro).
Este carácter ordenancista y circunspecto del diccionario de la RAE a mi juicio olvida el ámbito común de la lengua, al que debería pertenecer, y desvirtúa el significado amplio del término. Miro ya por curiosidad médico e ingeniero y lo mismo: han añadido la precaución legalista que a mi juicio estropea la definición y el significado común de esos términos.
Para huir de oficialismos y de similares plagas consultemos el María Moliner, que es tan solo un excelente diccionario, un diccionario DE USO del español. Allí leemos que el arquitecto es la persona que tiene como profesión la arquitectura. Casi lo mismo que en el primer DRAE que he puesto.
Arquitecto-arquitecto
Y la arquitectura abandona la faceta de proyecto y se queda solo en construcción, pero incluye también a los monumentos: "Arte de la construcción de edificios y monumentos". Y también "esa actividad, considerada como una de las bellas artes".
Observo que, por la vía de los diccionarios, y recogiendo lo que se entiende comúnmente por el término, la profesión del arquitecto solo alcanza a proyectar y construir edificios (e incluso monumentos), aunque para ello tenga que cumplir unos determinados requisitos legales.
En principio, todo lo demás quedaría fuera.
Vayamos por partes. Lo primero será descartar a quienes, aun titulados como arquitectos, trabajan en otra cosa que no tiene nada que ver con la arquitectura.
Tuve un compañero de carrera taxista y padre de familia. Si yo pensaba que la carrera era dura para mí, que no hacía otra cosa, él iba a clase, hacía las prácticas y los exámenes como podía y luego se machacaba el taxi en horario nocturno. Al terminar la carrera siguió con el taxi y le perdí la pista.
También tengo un compañero que al titularse montó un bar de copas con unos amigos y se lo pasó estupendamente (y ganó dinero) durante unos años antes de cerrar y dedicarse a la arquitectura. Siempre dice que con el bar de copas le fue mucho mejor que con lo de ahora.
Obviamente, para empezar a descartar lo más fácil, ni el taxista ni el barman trabajaban como arquitectos, aunque tuvieran título académico de tales.
Que conste que en ningún caso hago juicios de valor ni profiero lamentos de ningún tipo: Excepto Borjita Thyssen y cuatro más, todos estamos condenados a trabajar, todos los trabajos son honrados y dignos y, tal como están las cosas, es más fácil encontrar más dignidad y mejor remuneración en campos distintos a la arquitectura.
Pero a los efectos de lo que estoy tratando aquí, esos trabajos los descarto.
Vamos ahora a mencionar otras actividades que sí entran de lleno en las atribuciones profesionales de arquitecto: Informes, dictámenes, peritaciones, valoraciones, tasaciones, certificados, estudios de viabilidad de promociones, enseñanza, crítica de arquitectura... etcétera.
Yo soy un todoterreno y he hecho (y sigo haciendo) de todo. Y puedo decir con orgullo que entre mi vasta, dispersa y deleznable actividad hay una peritación judicial para un caso muy turbio y resbaladizo en la que supe explicar y aclarar con elocuencia el problema, y desmenuzarlo limpiamente, de manera que me sentí más satisfecho de mi trabajo que con la inmensa mayoría de edificios que he perpetrado.
Por otra parte, recuerdo a un eminente profesor de historia de la arquitectura que nos dio una clase lamentable sobre un arquitecto catalán de los siglos XIX-XX (pista: lo atropelló un tranvía. Lean ustedes Necrotectónicas) basada en una inmadura intuición estructural suya. Cada dos por tres nos avanzaba su supuestamente interesante idea, pero la desinflaba él mismo diciendo: "Pero yo no soy arquitecto y no sé exactamente cómo funciona". De manera que nos quedamos sin pan ni perro, sin chicha ni limonada, porque el gran historiador y crítico de la arquitectura no sabía el porqué de los elementos arquitectónicos dispuestos por el gran catalán en los que, por otra parte, quería basar su original interpretación.
Esto ocurre también cuando los historiadores del arte nos hablan de la espiritualidad de la arquitectura gótica, de su esbeltez y de su luz, como si eso solo dependiera del deseo de los constructores y no del dominio de la técnica (una técnica que ignoran minuciosamente). Y así parece como si a los románicos no les apeteciera nada que sus iglesias fueran más altas, más esbeltas, más ligeras y más luminosas y tuvieran que venir los góticos con otros deseos. No: Lo que pasa es que la estructura gótica permite un equilibrio de fuerzas diferente y puede elevar y aligerar los muros y agujerearlos para poner enormes vidrieras que con la estructura románica son imposibles.
Quiero decir con todo esto que muchas veces los historiadores del arte (que, por supuesto, hacen otras aportaciones y manejan unos datos y unos criterios muy valiosos que los arquitectos no sabemos utilizar) piensan que las cosas son por pura forma, por puro deseo plástico, y desconocen que hay una técnica necesaria, y que en este sentido la crítica de arquitectura hecha por un arquitecto aporta un punto de vista imprescindible.
Es decir: Todas estas funciones de crítica, valoración, peritación, etc, son actividades de arquitecto, de arquitecto puro, y forman parte de sus atribuciones profesionales irrenunciables.
En este sentido, es sorprendente que la única forma de terminar la carrera de arquitectura siga siendo la de hacer un "proyecto fin de carrera" que además suele ser de un edificio o conjunto de edificios de escala faraónica.
No sé cuántas especialidades hay ahora, pero cuando yo acabé había solo dos: edificación y urbanismo, y así constan en el título de arquitecto. Pero aunque salieras de la escuela con la especialidad de urbanismo tenías que hacer un centro cultural fabuloso, o un teatro de la ópera, o algo así.
¿Por qué no acabar la carrera con un plan parcial, un estudio de detalle, una tasación, un informe-dictamen sobre una patología, una certificación de obra con medición, un estudio técnico y económico de una promoción inmobiliaria, una serie de artículos críticos, etcétera? (¿Se hace ya? Tengo amigos profesores muy mentalizados con esto).
Bueno, pues dicho lo cual:
La profesión de arquitecto está en una situación insostenible. Somos muchos, hay pocos encargos, bajamos nuestros honorarios cada vez más, nos precarizamos, somos explotados por el dueño del estudio en el que trabajamos (incluso, y sobre todo, cuando el dueño somos nosotros mismos y nos hacemos trabajar casi gratis sábados y domingos)... ¿Para qué seguir? Lo sabemos todos.
Los profesores de las escuelas de arquitectura (sobre todo los más jóvenes) van mentalizando a los alumnos desde el primer día para que asuman que ser arquitecto es también (y ahora sobre todo) hacer certificados de eficiencia energética, diseñar muebles, diseñar páginas web, hacer renders para exposiciones y montajes diversos, estudiar la viabilidad de promociones, hacer tasaciones periciales contradictorias... Claro que sí.
Pero estoy seguro de que casi ninguno (o ninguno) de esos jóvenes les dijeron a sus padres que querían estudiar arquitectura para nada de eso.
Otra cosa es que la profesión de arquitecto (sí: digo "la profesión de arquitecto") esté muy mal y nos diversifiquemos y busquemos un hueco donde lo haya. Vale. Eso es muy loable y muy plausible. Pero una cosa es que nos reconvirtamos a la fuerza y otra que nos quieran hacer ver que ese es el ideal y nos hagan aplaudir.
No. Lo siento. Yo me hice arquitecto para diseñar edificios y para ver cómo se levanta en la obra un muro donde yo lo preví, y cuidar de que las barras de acero se dispongan tal como yo las calculé y dibujé. Esa es mi vocación, mi profesión, mi maldición y mi alegría. Esa es mi satisfacción, ese es mi orgullo satánico.
También me hice arquitecto, y lo soy, para cagarme de miedo cuando la retro sigue excavando y sigue saliendo mierda, y en un momento dado el maquinista dice: "Yo creo que ya", y le digo: "¿Pero está duro?", y me contesta: "Parece que sí". Y todos me miran. Y yo sé que bajar más es gastar más dinero y más tiempo, pero que dejarlo ahí es no pegar ojo esa noche ni muchas otras.
Lo siento. Os respeto a todos. Hago certificados de eficiencia energética y tasaciones periciales contradictorias. No reniego de nada ni se me caen los anillos por nada. También escribo en este blog y en donde me dejan. Hago informes. Hago lo que sea. Pero cuando piso barro, cuando todos me miran para que yo diga qué hay que hacer y no tengo ni puñetera idea, ah, amigos, ahí me siento arquitecto-arquitecto.
Repito que en lenguaje común, más literario que técnico, cuando digo que Robert Venturi es un gran escritor sobre arquitectura pero no me parece un buen arquitecto todos sabéis a qué me refiero, y cuando digo que noto su grisura como arquitecto en las inanes jardineras de la Western Plaza de Washington todos entendéis lo que quiero decir.
Otra cosa es que no os guste. Y que no os guste el panorama actual de la profesión. A mí tampoco.
NOTAS.
1.- Siempre uso el masculino genérico por comodidad y economía del lenguaje. Pero hoy, que he estado expurgando diccionarios, debería haberme esmerado en señalar que hablaba de arquitecto y de arquitecta. Espero que me perdonéis por haber preferido la agilidad expositiva a la precisión y a la justicia. Por supuesto que me refiero todo el tiempo a arquitectos y a arquitectas.
2.- Se me ha olvidado añadir (lo tenía previsto, pero se me ha olvidado) que cuando a Ernest Rutherford le dieron el Premio Nobel de Química (¡de Química!) no le sentó demasiado bien y dijo: "Todo lo que no sea Física es Filatelia". Pues eso: "Todo lo que no sea proyectar y dirigir las obras de edificios es Filatelia".

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