Arribes del Duero, la cicatriz de Zamora y Salamanca
Los ríos dan vida, moldean el paisaje, suministran alimento y también, en ocasiones, hacen de frontera. Es el caso de Duero, el tercer río más largo de la Península, que divide España y Portugal. Y no es una frontera cualquiera. En su camino, atraviesa un paisaje de valles y cortados muy bello. Este espacio está protegido como parque natural y ocupa territorio de las provincias de Salamanca y Zamora. También de Portugal, aunque con otra figura de protección.
El paisaje no cambia de un lado a otro, pero el nombre sí. En Salamanca se conoce como Las Arribes; en Zamora, utilizan el masculino para nombrarlo. Supongo que por eso de incluir a unos y a otros, para el nombre oficial se ha optado por el camino del medio: parque natural Arribes del Duero.
Existen dos casas del parque (centros de interpretación), en los que es posible recopilar información para la visita y aprender sobre las características del espacio natural. Una está en Sobradillo, en el lado salmantino, la otra en Fermoselle, en Zamora, ambas ocupan edificios históricos.
Ya que me quedaba en Fermoselle, e iba a conocer sobre todo la parte de Los Arribes zamoranos, decidí visitar la segunda. Fue un buen comienzo para el viaje. Y el pueblo de Fermoselle, un buen sitio para quedarse.
Además de leer el blog, también podéis escuchar la versión radiofónica de este viaje en El gallo que no cesa, en Radio Nacional de España y en Caminantes en Radio 5. Al fin y al cabo fui a grabar. Bendito trabajo :).Mi recorrido por Los Arribes
En este post me centraré en Fermoselle y en el barco de Miranda do Douro. Pero, además, visité otros enclaves en la zona: desde Fermoselle, bajé hasta el río Tormes, y crucé a la provincia de Salamanca, para conocer el Teso de San Cristóbal, los miradores del pueblo de Villarino de los Aires y el mirador del Fraile. Desde allí pude ver cómo el ser humano ha ido controlando la fuerza del Duero construyendo embalses.
Al día siguiente, crucé la frontera para subirme al barco de Miranda do Douro y apreciar, así, cómo se ven los cortados desde el agua. Di un paseo por el pueblo e intenté comer un bacalao portugués. Como los restaurantes estaban repletos de españoles, me acerqué a un bar de Fariza, ya en Zamora y, después, de ver su ermita, puse rumbo hacia el precioso puente de hierro de Requejo.
Un fin de semana fue suficiente para hacerme una idea de la belleza de esta comarca, pero no para descubrir todo lo que pueden ofrecer. Para entrar en detalles, caminar por sus senderos y ver cómo vive la gente en esta tierra hace falta mucho más tiempo.
Fermoselle, puerta de entrada a Los Arribes
Casa del Parque del parque natural de Arribes del Duero (Fermoselle)
Fermoselle es un buen lugar por el que comenzar, una localidad zamorana situada en un alto y llena de monumentos e historia. Y buenos restaurantes.
La primera visita, si estamos interesados en descubrir los alrededores, es visitar la Casa del Parque del parque natural Arribes del Duero. Está situada en un antiguo convento franciscano del siglo XVIII que estuvo en uso hasta 1835.
Desde hace unos años, el edificio funciona como centro de interpretación del parque natural Arribes del Duero. Las personas que lo atienden informan sobre las posibilidades turísticas de los alrededores: rutas senderistas, los mejores miradores, los pueblos más bonitos, los barcos turísticos que recorren el Duero… Julia Sendín es la responsable de esta Casa del Parque. <<Este parque natural está declarado en el 2002, ocupa una extensión aproximada de 106.000 hectáreas, pero antes se declaró el portugués, en el 1998. El español tiene zona zamorana y zona salmantina>>.
Gracias a sus exposiciones permanentes es posible descubrir las características del entorno (flora, fauna, paisaje, pueblos, etnografía…) y hacerse una idea bastante general del territorio y de los paisajes que lo componen. Y es que este parque natural se puede resumir en tres fotografías: el paisaje de la penillanura (donde están casi todos los pueblos), los cañones del río y los valles con sus cultivos en bancales. Tres imágenes muy diferentes que giran alrededor de un río: el Duero.
Si queréis más información del parque y mapas en pdf. podéis visitar la web de Patrimonio Natural de Castilla y León. Información de la buena.
Qué ver en Fermoselle
El arco de Fermoselle, una villa histórica
La ubicación de Fermoselle es estratégica: se encuentra entre los ríos Duero y el Tormes, en el suroeste de la provincia de Zamora y sus casas ocupan tres pequeñas colinas. Cualquier calle abierta es un mirador excelente al resto del pueblo y al río Duero.
Además de la localización, la villa esta llena de monumentos que se han ido levantando a lo largo del tiempo: encontramos los restos de un castillo, el edificio y la plaza del ayuntamiento, varias iglesias monumentales, alguna de origen románico, ermitas…
El conjunto nos habla de una historia que nos detalla Ana Villarino, la responsable de la oficina de turismo de Fermoselle. <<Empezamos con un castro celta ubicado donde está ahora el castillo. En los siglos XII y XII, aparece el castillo, un castillo donde vive doña Urraca, la hija de un rey portugués. A partir del castillo surge el pueblo, siempre extendiéndose hacia el este porque hacia el oeste nos lo impide el río Duero>>.
La villa está declarada Conjunto histórico artístico y sus casas tradicionales son también monumentales. <<Son casas estrechitas de dos plantas: en la planta de abajo se guardaba el ganado y en la parte de arriba vivía la gente. Lo más peculiar serían las bodegas que están en el subsuelo de Fermoselle>>.
Esas bodegas, más de mil nos cuentan, hacen que el subsuelo de Fermoselle esté completamente agujereado. Hoy en día, muchas de ellas no se utilizan, pero hubo un tiempo en el que, prácticamente, cada familia producía vino con la variedad de uva local: la uva Juan García. Las uvas servían también para el trueque. Era la manera de obtener grano.
Los intercambios comerciales forman parte del pasado, pero los viñedos – ubicados en bancales, junto al río, y alternados con olivos – siguen siendo parte del paisaje de Los Arribes.
Qué comer en Fermoselle
Cena en la posada doña Urraca, para chuparse los dedos.
El vino de la variedad Juan García sigue regando las mesas de los restaurantes de Fermoselle, entre ellos, las de la posada de Doña Urraca. Me siento con su propietario, Cesáreo Puente, para probar los embutidos que él mismo elabora en su fábrica. <<Chorizo, salchichón, lomo, jamones… Son los productos más aconsejables de esta zona>>.
Después vendrán las recetas que prepara en la cocina del restaurante su mujer, con productos como la ternera sayaguesa y el cordero churro. Tomamos una ensalada de canónigos con queso de cabra hecho Los Arribes y un solomillo con setas que está para chuparse los dedos. Y llenarse bien la panza. Un restaurante muy recomendable.
Miradores de Fermoselle
En Fermoselle hay miradores sin nombre, pero con vistas preciosas y otros a los que sí han bautizado como el del Torojón, el del Castillo o el de las Escaleras, un antiguo puesto de vigilancia que se utilizaba para luchar contra el contrabando, tan frecuente en zonas fronterizas.
A este último se puede acceder gracias a una ruta senderista que parte del mismo pueblo y que pasa por la ermita de Santa Cruz. Es un recorrido fácil y muy recomendable, ideal para descubrir la villa de Fermoselle, las vistas al Duero y los cultivos en bancales.
El barco de Miranda do Douro
Barco por Arribes en Miranda do Douro
Existen varias formas de contemplar el paisaje de Los Arribes, varias perspectivas, entre ellas, la que nos brinda el propio Duero.
Por la zona de Arribes, hay cuatro barcos turísticos que recorren el río y que parten de diferentes puntos. Yo elegí hacer el recorrido desde Miranda do Douro, un pueblo portugués que está justo en la frontera con la provincia de Zamora.
El crucero de Los Arribes, que dura aproximadamente una hora, parte de la Estación Biológica Internacional y remonta el río unos cuantos kilómetros hacia arriba.
En el recorrido por aguas internacionales y rayanas, nuestra guía, Andrea Delgado, nos fue contando en dos idiomas qué veíamos: toda la vida que alberga el acantilado, cómo las aves aprovechan los huecos del cañón, los cultivos en bancales y cómo el paisaje ha cambiado con la construcción de los pantanos a mediados del siglo XX.
Después subí hasta el pueblo para encontrarme con su catedral, las teselas de sus calles, sus casas blancas, las plazas… y para darme cuente de que, aunque era hora de volver, me gustaría quedarme muchos más días descubriendo la zona. Habrá tiempo para regresar.
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