“Arrugas”: lo que entre ellas se esconde. Una película de Ignacio Ferreras

Arrugas. Fotografías extraídas de la página oficial de la película

Suponer qué son las arrugas no es resignarse a que, con el paso de la edad, siempre se llegará a viejo. Conocer las arrugas implica, primeramente, mirarlas de frente, y entender que quieren decir cada uno de los surcos que inscriben los rostros de ancianos. A veces, además, alguien las dibuja, y otro las da movimiento. Y entonces se crea una película que más vale mirar de frente.

Arrugas es la historia de Emilio un anciano antiguo empleado de banco y que ha de trasladarse a un geriátrico cuando para su hijo se hace ya imposible cuidarlo.  Una visión que Ignacio Ferreras ofrece sobre el cómic homónimo de Paco Roca, novelista gráfico de otras obras como El Faro, El invierno del Dibujante o Las Calles de Arena.  Y ganador del Premio Nacional del Cómic 2007 por la obra que ahora ha sido trasladada a la gran pantalla y que el año pasado se hizo con dos Premios Goya a la mejor película de animación y mejor guión adaptado.

Unos premios más que merecidos para una historia que ya era deliciosa sobre viñetas, y que ha conseguido adaptarse al séptimo arte positivamente, con personalidad pero sin perder el significado que ofrecía la obra en la que se basa; no en vano, Paco Roca es director artístico del largo. Arrugas satisface expectativas, abre corazones e incluso es apta para quienes recelan del cine nacional. Porque, cuando el mensaje se transmite, el idioma importa poco.

Arrugas es el título de la metáfora propuesta para la idea en la que se asienta el largo, descubrir qué se encuentra tras ellas. Y en esa búsqueda queda inmerso el espectador desde una primera escena llena de fuerza, y que acaba con Emilio en una residencia de la tercera edad. Allí, el protagonista habrá de enfrentarse a la nueva realidad que se le presenta, convivir con el resto de compañeros y luchar contra la enfermedad de la que él mismo se ha dado cuenta que padece.

Para ello contará con la ayuda de Miguel, con quien tiene una relación tambaleante, que viaja entre la simpatía, el desentendimiento y la comprensión.  Ni Miguel ni el resto de personajes han sido puestos en pantalla en vano, sino que cada uno de ellos porta una carga significativa propia.

Antonia, Ramón, Modesto, Doña Sol… Más que una animación parecen personajes de carne y hueso, en los que se recrea la realidad de la ancianidad en nuestros tiempos, el abandono familiar, los problemas físicos y mentales, la soledad y sus recuerdos entre las arrugas.

Ignacio Ferraras invita a la reflexión, sin caer erróneamente en el victimismo o la autocomplacencia.  Los personajes desprenden ternura y amor, pero no lástima, lo que quizás sea la mejor manera de respetar la vejez y enviar el mismo mensaje.

La película regala, para saborearlos durante y después, bellos detalles en vagones de un tren, campanarios con nubes o descapotables que escapan hacia ningún lugar.  Y con un bello final, que deja volar diferentes sensaciones encontradas, las que llevan apareciendo y desapareciendo durante el largometraje. Las mismas que, aunque invisibles, entre las arrugas se esconden.

Miguel y Emilio.

Dafne Calvo

Por afecto o por defecto, pero me encanta el periodismo. Sueño con un mundo dibujado sobre viñetas, donde esté prohibido comer palomitas en el cine.

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