Revista Arquitectura

Arte

Por Arquitectamos
Todos somos artistas, y lo somos todos los días y todas las horas. Todo lo que no es natural es arti-ficial; todo lo que hacemos es arte-facto. Arte. En ese contexto se habla del arte de la medicina o de las artes de pesca. (Y también hay quien se da mucho arte para vendernos una póliza de seguros).
Arte
Y luego está el arte "sublime", como por ejemplo el de mi padre haciéndome una mesa de dibujo articulada a partir de una vieja mesa de cocina de formica. Arte. Repito: Todos somos artistas. Todos hacemos arte, y lo hacemos todo el rato. Esta vocación artística que tenemos todos se ve adulterada e incluso corrompida (a mi modesto juicio) por dos venenos: el afán de lo bonito y el éxito. El afán de lo bonito hace que nos olvidemos de la eficacia de lo que estamos haciendo para regodearnos en su hermosura. ¿Os imagináis eso en los ejemplos que he dicho antes: las artes de pesca o el arte de la medicina? ¿Os imagináis que las guías dentadas que aplicó mi padre a la ex mesa de cocina hubieran tenido el prurito de la belleza? Un desastre. La idea de belleza siempre ha entrado en la definición de arte de una forma u otra. De ahí viene buena parte del desconcierto en el que vivimos respecto al arte. En cuanto al éxito, otra buena causa del desconcierto son las desorbitadas cantidades de dinero que se pagan por una mera ocurrencia. Y, claro, si nos distraemos pensando en el éxito tenemos que pensar también en su reverso: el fracaso. Pero creo que esto no debe ser tomado en cuenta, porque si lo hacemos nos quedamos sin palabras.
Quiero hablar de otra cosa: Del arte como necesidad vital, del arte inexplicable, del arte también como obsesión, como castigo y como tortura.
Una amiga de mi hermana ha estado meses, quizá años, trabajando obsesivamente en un tema raro: máscaras. Vive muy inestable y apuradamente de un trabajo precario, y lo prefiere así para dedicarse de lleno a su arte, para pasarse las horas muertas haciendo máscaras. Las está exponiendo ahora en un "espacio alternativo".
Hay máscaras encerradas en pequeñas vitrinas, máscaras de papel, de tela, de cartón, de cuero, de hoja de lata. Algunas tienen los ojos y la boca cruelmente cosidos, otras tienen frases escritas. Son collages, son pegotes, son gritos contenidos y muy amargos, son tremendamente buenas, son tremendamente horribles.
A esta amiga de mi hermana le hace mucha falta el dinero, y las máscaras que expone están a la venta. Se puede consultar la discreta hoja de precios. ¿Pero quién va a querer comprar eso? ¿Quién se lo va a querer llevar a su casa? Ya digo que son muy buenas, pero son muy dolorosas y también son misteriosas. Contienen un secreto que no revelan, encierran las obsesiones, ilusiones y frustraciones de su autora, que por ahora no quiere hacer otra cosa que máscaras y más máscaras. Máscaras asustadas, máscaras silenciosas, máscaras esquivas, contenidas, lúgubres, feroces... Ya digo que son muy buenas. Pero son inquietantes: No permiten un momento de descanso ni de confort.
Naturalmente, esta artista sabe dibujar como Dios, sabe pintar estupendamente bien. Podría hacer bonitos paisajes, muy expresivos y coloridos, podría vender cuadros a un precio razonable, nada caro pero suficiente como para vivir agradablemente de ello. Pero no: Tiene que hacer esas horribles máscaras cojonudas. (Iba a escribir: "Pero no: Ha elegido hacer esas horribles máscaras cojonudas", pero me he dado cuenta de que no lo ha elegido. Más bien han sido las máscaras quienes la han elegido a ella, quienes la han agarrado por el corazón y por los intestinos).
El arte es una necesidad vital, y a menudo puede ser una maldición, una desgracia.

Volver a la Portada de Logo Paperblog