Revista Educación

Arte Espacios

Por Janet Val Tribouillier
Todo espacio educativo es un territorio lleno de intenciones. Cada maestra y maestro piensa muy bien, cómo dar un lugar al movimiento, a la concentración, al juego, entre otros aspectos que nos ayuda a crecer.  Es un espacio de vida, dinámico, que crece y cambia con los niños. Es lugar para la investigación y un territorio compartido, es decir de autoría compartida. 
Apropiarse de los pasillos es apropiarse de la cultura. Es reivindicar los esfuerzos conjuntos y las miradas.Son espacios de los que hay que saber bien leer en ellos. A veces sus lecturas se entremezclan al espectador externo que no conoce a veces las fronteras implícitas más allá de aquellos más geográficos. 
Las aulas son lugares con vida propia.  En estos tiempo de educación a distancia, recordamos que el valor de la educación es más que conocimientos. La interrelación con todos los miembros del grupo y los docentes que habitan estos espacios posibilitan multitud de diálogos. Y es que el cuerpo se comunica y se relaciona con el espacio. Los diálogos en la educación son amplios y se amplifican en cada aspecto del día, bien sea en los patios o en el comedor, el tejado o las ventanas. Un proceso social donde todos los actores emplean diferentes conversaciones y actividades conjuntas para crear espacios de comunicación compartidos. Esto supone también muchos esfuerzos pensados y adaptados a los intereses de los alumnos. Así, los procesos de aprendizaje en que el docente ayuda al estudiante a operar más allá de sus capacidades resulta ser una experiencia conjunta muy enriquecedora para todas las partes. 
Quiero agradecer  la labor de Arteespacios por reconocer la alegría y la energía que ponen muchos docentes en crear mundos mágicos para sus alumnos y entornos escolares. 



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