«El arte derriba las barreras que se interponen habitualmente entre lo físico y lo psíquico, entre tu alma y las de los demás. “Sólo a través del arte podemos salir de nosotros mismos, saber lo que otra persona ve de un universo que no es el mismo que el nuestro y cuyos paisajes, sin el concurso del arte, permanecerían tan desconocidos para nosotros como los que pueden existir en la luna”. Para el novelista francés Marcel Proust, autor de estas palabras, el arte es un lugar de encuentro en el que los seres humanos conviven a un nivel inasequible para el lenguaje y las formas de comunicación ordinarias. Sin el arte, la conexión a ese nivel más profundo sería imposible. Ésta es una idea difícil de aceptar en momentos en los que las fuerzas estéticas, atrapadas entre las noticias sensacionalistas y la mercadotecnia viral, parecen inclinarse ante objetivos de naturaleza muy distinta. La parafernalia consumista de luz y de sonido que nos bombardea incesantemente no nos conduce al universo secreto de una toma de conciencia distinta; al contrario, nos empuja a aceptar acríticamente una imagen de la vida que en realidad no es de nadie, creando un espacio artificial en el que el mercado y el estado pueden crecer como si fueran partes inextricables del cosmos en lugar de meros y efímeros accidentes de la historia. Hoy corremos el peligro de perder nuestra capacidad de distinguir la creación artística tal como la definía Proust de la creatividad estética que desemboca en una cancioncilla comercial, un nuevo diseño de automóvil o un éxito de ventas de temporada, Si nuestra confusión conviene a la situación política y económica reinante, ello es simplemente una prueba de que la maniobra de suplantación del espacio del sueño en el alma y la psique a través de una interfaz perfectamente controlada marcha según los planes».
J. F. Martel
Vindicación del arte en la era del artificio, Atalanta, 2017