Por alguna razón me perdí el momento en vivo de la tremenda cornada que sufrió el jerezano Juan José Padilla hace unas cuantas horas en la segunda del Pilar, allá en Zaragoza.
Ahora viendo los videos, leyendo el parte médico oficial y otros no tan oficiales, pienso en el dolor, su dolor y el nuestro, los otros que nos sumamos a lo que es la Fiesta. La Familia Taurina aún consternada ante tan dramática escena llora como Miguel Abellán, se templa como Fandiño, se dobla ante la angustia irremediable que acusan los taurinos, en las plazas donde la vida y la muerte se desdicen o se mira en el espejo que rebota todo lo que es esto: Arte y Peligro hechos VERDAD.
Esto, señores es la Fiesta Brava... De nada sirve un percal, una muleta, un par de banderillas, un caballo empetado, un barrera, un callejón, una tronera o una enfermería ante el peligro de muerte que es el Toro Bravo. De nada.
Pero si ustedes piensan que satanizaremos al Toro por esta cornada, o por la muerte del monosabio en Guadalajara, se equivocan... El Toro Bravo es el símbolo de plenitud y poder más hermoso que existe. Aunque como hoy, nos duela.
Espero verdaderamente la pronta recuperación de Padilla y la paz y tranquilidad de las familias que han pagado con sangre la dulzura de una verónica, un muletazo bajo y templado, la poderosa imagen de una puya o como hoy: la entrega en las banderillas.