Título original: 2001. A Space Odyssey
Idioma original: Inglés
Año: 1968
Editorial: Penguin
Traductor: Antonio Ribera
Género: Novela
Valoración: Recomendable
Cuando repartimos los títulos a reseñar del Mes Kubrick entre los miembros del equipo de Libros Prohibidos, comprobé con consternación que la odisea del espacio se había quedado huérfana, así que me lancé con decisión a por ella. Era un paso natural para mí: se trataba de un clásico de la ciencia ficción (mi género predilecto), cuya película apenas recordaba. Entonces no sabía muy bien en el berenjenal que me estaba metiendo.
Basta con teclear 2001, una odisea espacial en el navegador para que aparezcan miles de referencias, sobre todo relacionadas con posibles significados (cosa que veremos más adelante). El libro, que salió a la venta casi a la vez que el estreno de cine, era en realidad una ampliación de un relato anterior del propio Arthur C. Clarke, titulado El centinela (1951). Si además añadimos que Clarke colaboró estrechamente con Kubrik para la realización del guión, tenemos como resultado que ambas obras se complementan entre sí. El libro, como es costumbre, es más completo que la adaptación, por lo que puede dar explicación a muchos de los interrogantes argumentales (y momentos WTF) que tiene la peli. Vamos, que podría decirse que la novela hace las funciones de una especie de manual de instrucciones de la versión cinematográfica, como si de una thermomix se tratara.
Pero ¿de qué va 2001, una odisea espacial? La historia empieza remontándose tres millones de años (música de Así habló Zaratustra, de Richard Strauss: chaaaaaaaan, chaaaaaaaan, chaaaaaaaaaaaaaaaan, CHAN CHAAAAAAAAAAN, bum-bum-bum-bum-bum-bum, etc.), cuando los humanos no éramos más que una panda de simios sin evolucionar (no como ahora). En ese momento aparece un misterioso monolito que de alguna forma ilumina a los homínidos para mostrarles el camino del progreso, esto es, el uso de restos animales como herramienta para cazar y, ya que estamos, curtirle el lomo a los rivales. Una metáfora muy sutil de la naturaleza humana, por cierto. Entonces da el salto al año 2001 (ahora le toca el turno al Danubio azul, de Johan Strauss, que, aunque no lo parezca, no tiene nada que ver con Richard… sí, yo también me lío), donde un monolito de las mismas características es encontrado en la Luna. Se sabe que fue deliberadamente enterrado hace eones y que apunta hacia Saturno (Júpiter en la peli).Clarke, que cometió el mismo error que Orwell (o un servidor) y le puso una fecha en el título a su obra futurista, quería mostrar cómo los viajes espaciales y la habitabilidad de la Luna serían pan comido para el año 2001. Este autor, un científico que ha dejado innumerables muestras de ir muy por delante de su época, no previó el lastre que las petroleras (y sus cómplices banqueros) supondrían para el avance de la humanidad. Quién le iba a decir a él que, en realidad, en 2001 estaríamos hablando de terrorismo, abusivos controles en los aeropuertos, y reality shows (sin sospechar esa nueva pandemia que se nos venía encima: el reggaetón). Pobrecillo.
De cualquier modo, hay quedestacar la gran cantidad
de aciertos de 2001, una odisea espacial como binomio libro/peli. Tanto es así que estamos hablando de una de las obras que más ha influenciado en el género de la ciencia ficción, sin lugar a dudas. 2001 tiró con energía del género creando multitud de imágenes que más adelante se repetirían hasta la extenuación, y que se harían comunes en toda obra que tratase los viajes estelares, la problemática de la inteligencia artificial, o el contacto profundo con extraterrestres (bienintencionados). Precisamente, a excepción de los monitos del principio, la película dedica sus cuatro partes a estos temas (en el libro son dos más, pero no agregan mayor diferencia argumental). A todo esto hay que añadirle la estética, también copiada hasta el hartazgo desde entonces.
Es ahora cuando nos adentramos en la parte final de esta obra, la que vuelve locos a sus fans y a sus detractores (sobre todo a estos últimos): el significado o posibles significados. Ahora aparecen los spoilers, pero, hombre, si no has visto la peli todavía no tiene sentido que andes por aquí.
El famoso feto del final, viene a llevarnos al punto de partida de la historia, ya que, en el fondo, toda esta odisea por el espacio no es más que una búsqueda interna del ser humano, lo que lleva a desvelar los secretos de la evolución (coincidiendo con el 2001, primer año del tercer milenio d.C.). El feto simboliza esa apertura última de la consciencia, que lleva al protagonista a asemejarse con el propio planeta. Todo ello propiciado, claro está, por los monolitos extraterrestres, que, no olvidemos, nos enseñaron antaño a partirle las costillas a nuestros enemigos como forma de medrar. Esta explicación, que podría parecer sencilla, no
queda del todo bien desarrollada en el libro (incluso siendo el manual de instrucciones), por lo que se apoya con bastante descaro en la resolución de la película y en la presunción de que nadie leerá el libro sin ver la peli. Así, Kubrick deja volar su imaginación (en todas las acepciones posibles de esta afirmación) y su talento técnico y visual, precisamente en la parte final, donde más flaquea argumentalmente Clarke. Esto dio lugar al feto y la casi interminable sucesión de luces y sonidos molestos que le precede. Lo de la habitación de hotel sí que aparece en el libro, pero fue llevada a la pantalla de una forma tan magistral, que no me he podido resistir a comentarlo.En resumen, creo que 2001, una odisea en el espacio es una experiencia recomendable, sobre todo si se disfruta en forma de simbiosis novela/película. De hecho, creo que es preferible haciéndolo así. Una obra rompedora que odias o te encanta; imprescindible para la ciencia ficción tal y como la conocemos, ya sea escrita o filmada.
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