Si damos por sentado de que el universo puede ser “explicado” como la creación de una entidad conocida como Dios, él debe ser, obviamente, de un grado de organización mas alto que su producto. Por lo tanto hemos doblado con exceso el tamaño del problema original y dado el primer paso hacia un razonamiento inverso de infinita divergencia. Guillermo de Ockham señaló ya en el siglo XIV que no se deben multiplicar innecesariamente las entidades.
Arthur C. Clarke. Las fuentes del paraíso (1980).