Aunque su labor comenzó a fines de los 60, trabajando en la proyección de grandes complejos industriales de la mano de Emilio Duhart, como la Fábrica Carozzi (1965) y la Cepal (1966), el talento de Christian De Groote se vio reflejado en las casas residenciales que lo hicieron merecedor, en 1993, del Premio Nacional de Arquitectura.
Continuar leyendo en La Tercera