Parece que desde la aparición del primer disco de Manel, cómo por arte de magia ha nacido una escena de pop, ya sea independiente, mainstream o cualquiera de las etiquetas que se le quiera adjudicar.
Yo me niego a que eso sea así. No todo el boom del llamado Rock Català fue malo, sino que, a mi entender fue manipulado políticamente y se fue desinflando casi de la manera que se hinchó.
¿Porque, que era rock català? ¿Loquillo no era catalán?, ¿no hacía acaso rock?, ¿y Los Rebeldes?
Si sabías buscar entre la paja y la cantidad de clones de Sopa de Cabra o Els Pets, que sobrevivieron con dignidad y en el caso de los segundos, lo siguen haciendo, se podía encontrar material de todos los estilos posibles, con puntazos de originalidad. Y no estoy diciendo fechas concretas, sino que tras la tormenta, no vino la calma, sinó que siguió lloviendo, pero nadie se enteró.
Adrià Puntí, tras la disolución de Umpah-pah, siguió entregando discos geniales, por ejemplo. Adoptamos a Quimi Portet y nos lo hicimos nuestro, incluido su particular mundo a cuestas.
Hubo glam-rock más que digno, gracias a Cranc; hubo pop a lo Garbage con No nem bé; delicias acústicas con Aquitamxé; Glaucs con su toque británico entre The Beatles y Radiohead; la psicodelia extrema con Psiconautes, por cierto, uno de los grupos favoritos de Jaume Sisa; electro-pop personal y único de la mano de Lliris; incluso nuestra particular versión de The Chemical Brothers, de la mano del mítico presentador de Sputnik, Santi Faro y sus Flac, ahora reciclado en comentarista de carreras de motos.
Los Sanpedro, que nos acercaban el sonido de Los Planetas o La Habitación Roja a la lengua de Josep Pla, o Glissando*, que hacian tres cuartos de lo mismo, con el sonido donosti de La Buena Vida o Le Mans junto a esa melancolía tan escocesa que nos recordaba a Belle & Sebastian o a los más recientes en el tiempo, Camera Obscura.
Y todo eso no salió, o al menos, casi nadie se enteró. Pero gracias a algunos valientes, que decidieron volver a apostar por su idioma, como seria Mazoni tras su paso por Holland Park, o Mishima, que dejaban atrás el inglés, o Helena,o La Brigada, nos venden que hay una escena, y que Manel son los abanderados de ella.
No me parece justo, por ejemplo para gente cómo Els Pets o Antonia Font, que han ido abriendo brechas en las mentes críticos y público, a base de esfuerzo, de paciencia y sobre todo de talento, pero bueno, siempre se ha dicho, que más vale caer en gracia que ser gracioso.
No veo la escena por ningún sitio, pero cada vez son más los artistas que se deciden a grabar, al menos algún tema en su idioma vernáculo, ya seá Miqui Puig, Sidonie, Love of Lesbian o La Casa Azul y eso es sano, muy sano, porque sobre todo consiguen borrar algunos prejuicios alrededor de la lengua en ciertos sectores.
A pesar de todo eso, la presencia de toda la gente nombrada, ya sea en las tiendas de discos, en la red o dón de quiera que se busque, sigue siendo totalmente limitada, siendo más fácil, acceder por ejemplo, al sonido perro-flauta de rumberos de medio pelo como Gertrudis, burdas copias de los talentosos Dusminguet, o a los politizados clones de los pesados de Obrint Pas o Brams.
Así está el mundo. O al menos así lo veo yo desde mi rinconcito.
Tambien decir que no queria olvidarme de nadie, y que todos los nombrados y los que no, con el mínimo soporte de prensa, radios, televisiones, merecerían ser recordados por valientes, por batalladores de una cultura en la que creen, por encima de banderas o idiomas, sólo por la lógica aplastante de cantar tal como lo hacen en su vida diaria.