El reciente tráiler del reboot de los Cuatro Fantásticos ha abierto la caja de Pandora. La relativa calma en la que viven los derechos de personajes de Marvel cedidos a otras productoras ya se vio sacudida antes. Primero con los emails robados a los altos cargos de Sony, y ahora con una polémica reinterpretación de la familia más emblemática del cómic superheroico.
Sin embargo, en el limbo entre detractores y adoradores navega una franquicia que sobrevive, incluso prospera, en el particular pulso que mantiene con Marvel Studios por la hegemonía del sector (a la espera de ver esa puesta a punto del Universo DC). Me refiero, como no podía ser de otra manera, a los X-Men.
Este artículo, el primero de tres, pretende ahondar en la semilla de la franquicia mutante. Concretamente, el foco va a caer sobre la trilogía inicial. Porque hoy en día, prácticamente todo el mundo asocia el nombre de Hugh Jackman con el de Lobezno. Pero eso no siempre fue así. De hecho, Jackman era un actor bastante desconocido por entonces, y de su Lobezno jamás se esperó semejante despliegue mediático al que tan acostumbrados estamos hoy día.
Hugh Jackman es tan Lobezno como Robert Downey Jr. es Tony Stark. Este hecho, tan rotundamente incontestable, no es para nada fácil. Y sino, que se lo pregunten a Spiderman, donde aquí mismo ya tuvimos una guerra en torno a la idoneidad del actor escogido. Y aun así, Jackman no es “nuestro” Lobezno. No lo es porque su ira está algo descafeinada, es un guaperas que anda como un cowboy, más cuando nuestro Logan debería casi tener chepa, y sus “nenes” podrían contarse con las garras de una mano (¡Ba dum ts!). No es nuestro Lobezno, como RDJR no es nuestro Tony, pero es un gran Lobezno.
La adaptación de Lobezno, que ha salido reforzada con el paso de los años -nada que ver el Logan de X-Men con el de X-Men: Días del Futuro Pasado, en cuanto a peso en trama y profundidad argumental-, desbancó de manera fulminante a otros personajes que hubieran podido tener una proyección mucho más elaborada. Casos como el de Cíclope, Tormenta o Jean Grey en menor medida, desgastaron la franquicia de manera alarmante, hasta el punto en que el estudio entendió que solo con Lobezno jamás llegarían a plantar cara a Marvel Studios. La Fox necesitaba un grupo coral, donde más voces se unieran a la de Lobezno para así explorar otras tramas, otros dramas. Y el revulsivo ya lo conocemos: Matthew Vaughn y su X-Men: Primera Generación. Pero esa es una historia para otro momento.
X-Men, la primera, es quizá la película de superhéroes más importante que existe. No, en serio, bajad las armas. Voy sobrio, de veras. No me refiero en cuanto a recaudación -cumplidora, simplemente-, ni en cuanto a dimensión argumental. Hablo de la repercusión, de los ecos que dejó sentir en el tiempo. Más sencillo: sin X-Men, no habría habido Los Vengadores. O quizá la habría habido, pero no sería como la conocemos hoy, desde luego. Ni Los Vengadores, ni Iron Man. X-Men falló en muchos conceptos, pero acertó en tantos otros que el bueno de Bryan Singer aún debe alucinar por lograr dar con la tecla correcta.Situémosnos: corre el año 2000, y el único personaje de Marvel que ha sido llevado al cine decentemente (descartemos a Howard el Pato y demás) es Blade. Spiderman de Sam Raimi tan solo está empezando a gestarse, pues su estreno no llegará hasta 2002. En otras palabras, no hay apenas referencias para una cinta coral de superhéroes. Y mucho menos, con poderes tan vistosos como los de los X-Men. La herencia de Matrix (1999) se deja sentir, una herencia que ya despuntaba en la mencionada Blade, y la tónica del cuero negro acaba por imponerse a los uniformes coloridos. Puede que hoy en día, viendo lo bien que funciona por ejemplo el atuendo del Capitán América en pantalla, la necesidad de prescindir de los uniformes parezca obsoleta. Pero precisamente entonces, tras el estreno de X-Men, un señor calvo de ideas poco ortodoxas aterrizó en Marvel Comics para relanzar a los mutantes. Señoras y Señores, Grant Morrison presentó sus New X-Men, y ahí estaba el cuero negro.
El cuero negro debe entenderse como una metáfora. Una metáfora del tono con el que Bryan Singer dotó a todo un género. Un género que prácticamente inventó él. Las pautas de entonces son las que él marcó, y fue con X-Men que empezó a extenderse la tendencia de que el cómic beba de la pantalla, más que al revés. ¿Alguien recuerda al Pájaro Negro de los cómics antes de X-Men? ¿O Cerebro? En tiempos pasados, Cerebro no era más que un casco que podía encontrarse en cualquier habitación de la mansión. Ahora, en nuestra retina Cerebro no es solo un casco. Es una sala entera, con un pasillo suspendido en el vacío. Lo mismo se aplica a la celda de plástico de Magneto, incluso con el tablero de ajedrez, descaradamente copiada en Ultimate X-Men.
Todo aciertos, pero el que más brilla sin duda es el de la escuela. Ahora sí, por fin la escuela para Jóvenes Talentos es eso mismo: una escuela. Los pasillos bullen de adolescentes, hay clases, los X-Men son profesores, y los alumnos conviven casi como si de la torre de Gryffindor se tratase. Todo fielmente reflejado en los New X-Men de Morrison. Este concepto, el de la escuela, ha prosperado hasta el día de hoy, quince años después. Porque tras la muerte de Lobezno en los cómics, Spiderman se hará cargo de una clase también.
La tendencia a imitar lo visto en el cine, aunque con algún batacazo, se mantuvo firme en la actualización de la línea Ultimate. Solo hay que ver la diferencia generacional entre los X-Men y los estudiantes. El caso más claro es el del Hombre de Hielo, al que se suma Pícara.
Pero por supuesto, esta misma tendencia es recíproca. Tras la correcta X-Men, y la mucho mejor X-Men 2, la tercera parte de la trilogía optó por adaptar -fallidamente- un arco sublime del periodo reciente del grupo. Esta etapa fue la de Astonishing X-Men, a cargo del maestro Joss Whedon (quien, por cierto, también metió baza en el guión de X-Men. Al parecer, la idea de que Magneto hiciera mutar a los líderes mundiales fue de Whedon). El resultado, pese a momentos más que salvables (la eutanasia de Jean Grey a manos de Lobezno es cojonuda), no fue el esperado. ¿Casualidad que también fuera la tercera parte de Spiderman la que hiciera aguas? A favor de X-Men: La Decisión Final, debo decir que no transcurre bajo la batuta de Bryan Singer. Por aquel entonces, el director estaba ocupado lapidando a otro superhéroe llamado Superman…
Dos años después de X-Men: La Decisión Final se estrenaría Iron Man. Y eso lo cambió todo. Más aún con esa escena post créditos, donde aparecía ya la palabreja que empieza por “A” (aquí por “V”). De pronto, el plan de la Fox con los mutantes ya no era viable. ¿Por qué? Pues porque no había ningún plan. Simplemente, la cosa iba de hacer películas de superhéroes, secuelas, sin un rumbo.
Hasta que, como les ocurre a los protagonistas, la franquicia mutó. Evolucionó. Y mejoró. Aunque claro, esa es una historia para otro momento. Para amenizar la espera, ¿alguien ha pedido curiosidades?
– En X-Men, durante la batalla final en la Estatua de la Libertad (que ya tiene tela que se luche por los derechos civiles justo ahí…), Hugh Jackman tenía que saltar con arnés una altura de seis metros. Lo hizo, sí, pero se enganchó los testículos con el arnés. La cosa suponemos que fue dolorosa, pero no pasó a mayores.
– La silla de Xavier fue subastada tras X-Men, de manera que en posteriores entregas tuvieron que alquilarla de nuevo al comprador. Todo un negoción.
– Ray Park, el actor que interpreta al Sapo, es un maestro en artes marciales. Tanto, que le has visto enfrentarse a Qui-Gon Jinn y a Obi Wan ¡a la vez! Sí, tal como lees. Él es el mismísimo Darth Maul.
– En X-Men, el maquillaje de Mística tardaba en ser aplicado una media de 9 horas. Luego, en la segunda parte, consiguieron rebajar ese tiempo a 5… el problema es que, en X-Men 2, había otro personaje que llevaba un maquillaje similar: Rondador Nocturno.
– Durante toda la cinta X-Men aparecen X en todos lados. Singer retó al fandom a encontrarlas. Yo solo he visto dieciséis.
– James Marsen, que interpreta a Cíclope, se pierde casi todo el metraje de X-Men: La Decisión Final. Sí, yo también me encendí, pero hay una explicación: Bryan Singer se lo llevó a Superman Returns, que se rodaban casi a la vez, para interpretar a Richard White.
– Spiderman SÍ aparece en X-Men. Lo que pasa es que no pasó el corte final. Qué raro, con lo bien que queda ahí… https://www.youtube.com/watch?v=TTOItuwGkvw
– En Lobezno Inmortal hay una escena cortada donde aparece el uniforme amarillo típico de los cómics. Aquí lo dejo, aunque aviso que la calidad es malísima. Sobre todo la del sonido (casi no se oye nada). Pero vale la pena, lo garantizo. A mí me entró un hype tremendo. https://www.youtube.com/watch?v=KBvDdzG4CcA