Revista Salud y Bienestar

Artritis reumatoide. Síntomas y cómo prevenirla.

Por Smartsalus @SmartSalus

Artritis reumatoide

 

La artritis reumatoide es una enfermedad autoinmune, crónica, progresiva y gradual cuya característica principal es la inflamación de las articulaciones, más concretamente las membranas sinoviales de las articulaciones.

Síntomas de la artritis reumatoide

Es una enfermedad reumática, que no es lo mismo que padecer reuma porque bajo la acepción de “reuma” existen más de doscientas enfermedades. En este caso para la artritis reumatoide, la franja de edad en la que aparece es entre los 40 y los 60 años de edad, siendo con más frecuencia la mujer la que la padece al hombre.

Además, esta enfermedad suele aparecer de forma simétrica. A lo largo del tiempo suele provocar pequeñas erosiones, llegando incluso a la desaparición del cartílago que funciona como almohadilla evitando el rozamiento de los huesos.

Los síntomas más habituales de la artritis reumatoide son el dolor, hinchazón y sensación de rigidez. Si concretamos más aún, los miembros más afectados son las muñecas, los nudillos, las articulaciones de los dedos, los hombros, los codos, las caderas, las rodillas, los tobillos y los dedos de los pies y la cadera.

En cuanto al síntoma de la sensación de rigidez, esta suele ser matutina y suele durar entre 45 y 60 minutos. Los dedos pueden llegar a deformarse.

Además de los síntomas antes descritos, existen también otros síntomas asociados como pueden ser el cansancio, fiebre inexplicable, adelgazamiento, sequedad de ojos  y de boca, debilidad muscular y nódulos subcutáneos.

Tratamiento de la artritis reumatoide

Para tratar la artritis reumatoide se combinan distintas disciplinas como fisioterapia, terapia ocupacional, podología y  medicación.

Cuando nos referimos a los medicamentos hemos de distinguir dos tipos, aquellos que se usan para el dolor y la inflamación de forma más o menos inmediata en el día a día como son los antiinflamatorios no esteroideos y los corticoides.

Aquellos que no actúan sobre el dolor pero retrasan el progreso de la enfermedad a largo plazo. No son efectivos en el 100% de los enfermos y habrá que encontrar cuál es el adecuado en cada caso.


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