En política, o te haces la agenda o te la hacen. Durante esta semana y la anterior, el establishment catalán ha ido preparando la olla a presión en la que se querían cocinar a la CUP. Igual que ya hicieron con ERC, chup-chup, y se comen a la oposición. Así han sacado la presidencia del Govern para Artur Mas en 2012, y la consulta del 9N, y la lista de Junts pel Sí (JpS) para las elecciones del 27S. Y es por esta cocina mediática, por lo que casi no se ha hablado de la declaración aprobada el lunes por el Parlament. Cuando la gente pregunta por la independencia, JpS señalaba a Artur Mas. El control de la conversación, del relato de lo que está pasando, resulta fundamental para poder dirigir las acciones políticas a tu terreno. Catalunya está viviendo en estos años su particular Transición, igual que España lo hizo entre 1975 y 1982. Y por lo tanto, cada gesto político influye y marca lo que en el futuro será la República Catalana. Coincido de pleno con Guillem Martinez cuando habla de este paralelismo entre el momento fundacional de la
Los procesos políticos jamás son lineales. No hay independencia en el mundo que haya sido una línea recta. Pero sí que las hay que han sido independencias frustradas, formales pero sin calado en el cambio de la sociedad. No existen procesos políticos que sólo admitan subidones y subidones. Las cosas suben y bajan. Repetir elecciones, no es el fin del mundo. Acordar gobiernos dirigidos por otras personas que no sean Artur Mas, tampoco. Por mucho que la prensa del establishment imponga las condiciones del rescate del procés, lo importante es mantener la calma y apretar para que la República Catalana cambie las estructuras políticas y de poder económico. Para que no se convierta, sin que nos demos cuenta, en otra Monarquía Española heredera de las Leyes del Movimiento. Foto: CDC