Se me entenderá mejor si buscan el documental Santoalla, que reconstruye con gran fidelidad y tino la tragedia real en que se inspira As bestas y ofrece perspectivas imprescindibles —y hasta determinantes— sobre una historia que, una vez más, demuestran que la realidad es más amplia que la ficción —tal vez porque la imaginación es uno de los principales recursos de la conciencia.
Por otro lado, a diferencia de la fallida serie Rapa, el uso simbólico del conocido ritual ganadero de las montañas galaicas tiene en As bestas» una poderosa traducción visual, brillantemente transformada en el poderoso fulcro de resonancias poéticas sobre el que gravita toda la película, aunque sea discutible —y se preste a polémica: ya ocurre— el sentido primitivo, cerril y violento que se puede inferir de su uso en la historia. En todo caso, una película que merece la pena y de la que me ha resultado especialmente grata la comparencia del gallego en pie de igualdad con otras lenguas de cultura. Por ahí, y con Luis Zahera como singular mensajero, llegan los mejores y más brillantes hallazgos del filme. Vayan al cine.Revista Cultura y Ocio
(Al filo de los día). As bestas, la última peli de Rodrigo Sorogoyen, es un buen filme, con una prodigiosa media hora inicial —esa conversación de taberna digna de figurar en las antologías de la literatura gallega—, el desarrollo de una por momentos intensa y viva situación de conflicto y una, a mi entender, fallida sutura final que, aún siendo valiosa por sí sola, saca a la historia que se estaba contando de su eje narrativo, sin resolverla bien, y cae del lado de lo bienintencionado pero incoherente. Discutible.