Revista Mundo animal
El tráfico de Sevilla en hora punta nos hizo ver que íbamos a hacer lo correcto: salir de aquí. Salimos de Sevilla en dirección Málaga y llegamos al pueblo de Algámitas (sin problemas con las indicaciones de la guía Michelín del día anterior). La ruta más recomendable es la carretera de Málaga hasta Algámitas y no la de Cádiz hasta Pruna porque se hace más camino por autovía. En el pueblo paramos para cargar las pilas con la merecida y comentada tostá de zurrapa de lomo, manteca, foie-gras y demás aditivos hipocalóricos, que entró "malamente".
Tomamos el coche de nuevo en dirección a Pruna, ya que el comienzo de la ruta estaba en la carretera Algámitas - Pruna ( SE-9225 ). Pasamos el punto Kilométrico 8, después una explanada a la derecha y llegamos hasta una Ermita que teniamos como referencia y allí aparcamos. Buscamos el camino de subida por los alrededores en dirección al monte que se veía desde abajo, pero cuando no encontramos el camino y empezamos a sentirnos perdidos y un poco cabras, decidimos bajar y volver hacia la pequeña explanada junto al punto kilométrico 8, que es otra referencia que teníamos. Justo frente a esta señal comienza el camino de subida.
El ascenso comienza con una pendiente más o menos fuerte con bastante vegetación que dura unos 15 minutos La subida del repecho se hace durilla, es necesario poner los gemelos en "Repeche-Mode" y tirar para arriba. Después de unos minutos se llega a un pluviómetro antiguo y bastante deteriorado entre montones de excrementos de cabra que ofrece unas fotillos singulares.
Desde este punto se presenta una subida con bastante pendiente hacia un monte que no es el Terril, ya que éste queda justo detrás. Jorge sugirió seguir bordeando la falda de ese monte para poder llegar hasta el Terril ahorrándonos la subida empinada. Desde este momento lo bautizamos como el "Sherpa de Santa Aurelia" y decidimos que nos guiaría el resto de la jornada.
Seguimos bordeando la falda tratando de no descender, este camino nos ofrecía buenas vistas. Nos acompañaban algunos Buitres leonados (Gyps fulvus) a baja altura y un par de Cernícalos vulgares (Falco tinnunculus)
Durante el ascenso pudimos comprobar como la temperatura bajaba gradualmente, pasando de biruji a rasca y de rasca a pelete. El chubasquero Quechua de Javi salvó a Alberto de que la piel de gallina llegara a más...
Cuando llegamos a otro pequeño llano, pudimos divisar el verdadero pico del Terril y darnos cuenta de que en total hay 3 montañas juntas, pero el pico Terril es fácil de distinguir desde aquí con unos prismáticos, ya que en la cima había una columna de hormigón (vértice geodésico).
A medida que nos acercábamos al Terril pudimos ver claramente la huella del incendio que comentábamos de camino en el coche y que alguno de nosotros habíamos leído en internet el día anterior. Había un corte en la vegetación que se aprecia perfectamente en las fotografías. Justo en el collado entre las dos montañitas principales, empezamos a ver troncos quemados de coscoja, que han quedado ahí dando una imagen tenebrosa. Incluso más arriba, hay acúmulos de arboles quemados, de tal manera que aquello parece una estampa de película de Tim Burton, que se prestaba a algunas fotillos cachondas (que hicimos).
Encontramos un botellín milenario abandonado de cruzcampo entre los arbustos, lo que nos dio idea de repetir la ascensión con mayor inversión en avituallamiento...
Cuando llegamos a la cima, felices y cansados, nos hicimos la fotito de rigor. El paisaje era increíble y Javi con su móvil-GPS nos explicó más o menos todo lo que teníamos a la vista: estando en Sevilla podíamos ver perfectamente los Montes de Málaga y la Sierra de Grazalema en Cádiz. La estructura de la columna de la cima nos protegió un poco del fuerte viento acuciante y pudimos comer el bocata más tranquilos; pero no de las avispas, que podemos afirmar que les gusta el salchichón.
Como veis en nuestras aventuras sabemos unir pasado y presente para conquistar la cima: tostá de zurrapa y bebida isotónica, Sherpas y GPS, calcetín de lana y ropa Quechua.
A la vuelta, caminamos hacia el montículo inicial que se veía desde el collado del pluviómetro. En la cima de ese montículo, se veía un cajón metálico verde que conocíamos como otra referencia del trayecto, y que al parecer es un refugio que debe llevar bastantes años por el estado que presentaba.
Desde ahí hicimos algunas fotos al peñón de Algámitas y comenzamos el descenso (poniendo a prueba nuestras rodillas por el desnivel que presentaba) hasta el pluviómetro.
Recomendamos para la subida en esta época un litro de agua por persona como mínimo. En verano la cosa debe ser más dura, sobre todo por el tema de la falta de vegetación a medida que se asciende.
Nosotros tardamos unas 2 horas en subir y una hora y media en bajar, con un ritmo tranquilo y haciendo paradas para hacer fotillos.
Subir por la falda de la montaña ofrece mejores vistas y es menos exigente que subir directamente al pico del cajón metálico, así que la recomendamos para tener buenas vistas, hacer fotos y ver aves.
Samy (texto), Javi, Jorge y Alberto (fotos)
Tomamos el coche de nuevo en dirección a Pruna, ya que el comienzo de la ruta estaba en la carretera Algámitas - Pruna ( SE-9225 ). Pasamos el punto Kilométrico 8, después una explanada a la derecha y llegamos hasta una Ermita que teniamos como referencia y allí aparcamos. Buscamos el camino de subida por los alrededores en dirección al monte que se veía desde abajo, pero cuando no encontramos el camino y empezamos a sentirnos perdidos y un poco cabras, decidimos bajar y volver hacia la pequeña explanada junto al punto kilométrico 8, que es otra referencia que teníamos. Justo frente a esta señal comienza el camino de subida.
El ascenso comienza con una pendiente más o menos fuerte con bastante vegetación que dura unos 15 minutos La subida del repecho se hace durilla, es necesario poner los gemelos en "Repeche-Mode" y tirar para arriba. Después de unos minutos se llega a un pluviómetro antiguo y bastante deteriorado entre montones de excrementos de cabra que ofrece unas fotillos singulares.
Desde este punto se presenta una subida con bastante pendiente hacia un monte que no es el Terril, ya que éste queda justo detrás. Jorge sugirió seguir bordeando la falda de ese monte para poder llegar hasta el Terril ahorrándonos la subida empinada. Desde este momento lo bautizamos como el "Sherpa de Santa Aurelia" y decidimos que nos guiaría el resto de la jornada.
Seguimos bordeando la falda tratando de no descender, este camino nos ofrecía buenas vistas. Nos acompañaban algunos Buitres leonados (Gyps fulvus) a baja altura y un par de Cernícalos vulgares (Falco tinnunculus)
Durante el ascenso pudimos comprobar como la temperatura bajaba gradualmente, pasando de biruji a rasca y de rasca a pelete. El chubasquero Quechua de Javi salvó a Alberto de que la piel de gallina llegara a más...
Cuando llegamos a otro pequeño llano, pudimos divisar el verdadero pico del Terril y darnos cuenta de que en total hay 3 montañas juntas, pero el pico Terril es fácil de distinguir desde aquí con unos prismáticos, ya que en la cima había una columna de hormigón (vértice geodésico).
A medida que nos acercábamos al Terril pudimos ver claramente la huella del incendio que comentábamos de camino en el coche y que alguno de nosotros habíamos leído en internet el día anterior. Había un corte en la vegetación que se aprecia perfectamente en las fotografías. Justo en el collado entre las dos montañitas principales, empezamos a ver troncos quemados de coscoja, que han quedado ahí dando una imagen tenebrosa. Incluso más arriba, hay acúmulos de arboles quemados, de tal manera que aquello parece una estampa de película de Tim Burton, que se prestaba a algunas fotillos cachondas (que hicimos).
Encontramos un botellín milenario abandonado de cruzcampo entre los arbustos, lo que nos dio idea de repetir la ascensión con mayor inversión en avituallamiento...
Cuando llegamos a la cima, felices y cansados, nos hicimos la fotito de rigor. El paisaje era increíble y Javi con su móvil-GPS nos explicó más o menos todo lo que teníamos a la vista: estando en Sevilla podíamos ver perfectamente los Montes de Málaga y la Sierra de Grazalema en Cádiz. La estructura de la columna de la cima nos protegió un poco del fuerte viento acuciante y pudimos comer el bocata más tranquilos; pero no de las avispas, que podemos afirmar que les gusta el salchichón.
Como veis en nuestras aventuras sabemos unir pasado y presente para conquistar la cima: tostá de zurrapa y bebida isotónica, Sherpas y GPS, calcetín de lana y ropa Quechua.
A la vuelta, caminamos hacia el montículo inicial que se veía desde el collado del pluviómetro. En la cima de ese montículo, se veía un cajón metálico verde que conocíamos como otra referencia del trayecto, y que al parecer es un refugio que debe llevar bastantes años por el estado que presentaba.
Desde ahí hicimos algunas fotos al peñón de Algámitas y comenzamos el descenso (poniendo a prueba nuestras rodillas por el desnivel que presentaba) hasta el pluviómetro.
Recomendamos para la subida en esta época un litro de agua por persona como mínimo. En verano la cosa debe ser más dura, sobre todo por el tema de la falta de vegetación a medida que se asciende.
Nosotros tardamos unas 2 horas en subir y una hora y media en bajar, con un ritmo tranquilo y haciendo paradas para hacer fotillos.
Subir por la falda de la montaña ofrece mejores vistas y es menos exigente que subir directamente al pico del cajón metálico, así que la recomendamos para tener buenas vistas, hacer fotos y ver aves.
Samy (texto), Javi, Jorge y Alberto (fotos)
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