Revista Libros
Leo con entusiasmo la nueva novela de José Ángel Barrueco tras unos días después de salir a la venta, y me quito ante ella el sombrero.
“Asco” es la crónica de un viaje en la que conviven las críticas más feroces y encendidas ante los malos comportamientos de la gente en público, con la tranquilidad y la calma que se desprenden del relax junto a amigos y familiares durante una semana de vacaciones.
La narración fluye con facilidad, es ágil y rápida, para nada engolada ni presuntuosa, y se lee con verdadero placer el relato de un tipo que no se esconde detrás de palabras elevadas o frases complejas que le harán parecer más sabio: no se disfraza, y eso se agradece. Las librerías están abarrotadas de libros y la red está plagada de blogs escritos por tipos que no van de cara, que sólo son capaces de proyectar una imagen (falsa) y que incluso son capaces de mirar a sus lectores a través de unos espejos. Barrueco es el ejemplo contrario a este movimiento absurdo, es un soplo de aire fresco. De sus palabras se desprenden tanto sus magníficas referencias literarias, como su cualidad de tipo honesto y lector incansable.
Como decía, “Asco” mezcla impresiones propias del viaje y de las excursiones con las observaciones de los comportamientos incívicos de sus compañeros de viaje. Es un relato que indigna a la vez que reconforta: lo primero porque se visualizan a la perfección las situaciones que describe y lo segundo porque mientras estás perdiendo de una vez por todas la fe en el género humano te das cuenta de que hay alguien más que piensa como tú y que aborrece esos comportamientos zafios (estamos hablando, por citar algunos ejemplos que se describen en el libro, de: no ceder el paso a alguien que empuja el cochecito de un bebé; de la pérdida de vergüenza y dignidad tras la ingesta de un par de copas; de los padres que permiten a sus hijos menores de edad jugar a las tragaperras; de jóvenes y no tan jóvenes, amontonados, asistiendo al amanecer con una resaca increíble; de camareros que pierden los modales exquisitos cuando no están de servicio; de la glotonería y la insaciabilidad y de la avaricia, de la locura y el delirio de la masa ante el todo incluído, o la barra libre, y de un largo etcétera) y entonces, decía, al darte cuenta de que puedes identificarte con el tipo que lo relata, esa fe se recupera.
Es obvio que la escritura de JAB ha ido mejorando con el tiempo, haciéndose más sólida, pero siempre ha mantenido un pulso narrativo que se vuelve a apreciar en “Asco”: basta con asomarse a su primera novela, “Recuerdos de un cine de barrio” (recientemente reeditada por la editorial Baile del Sol, y muy recomendable), al increíble “Monólogo de un canalla” o a los miles de artículos de opinión publicados durante años en diferentes medios de comunicación. Hay algo que hace que su escritura sea reconocible: el ritmo, la cadencia, la construcción de las frases (su arquitectura). Y esta es una característica de la que no pueden presumir todos los escritores.
Leí “Asco” sin poder parar, en una tarde. Y este dato debería de bastar para contagiar mi entusiasmo.(Mi enhorabuena).
Nota: "Asco" se presenta mañana, 8 de abril, en la BPE de Zamora y el 15 de abril en Madrid, en la librería Tipos Infames de la calle San Joaquín.