Revista En Femenino

Asertividad en nuestros hijos: educando en equilibrio

Por Mamikanguro @MamiKanguro

La asertividad es la capacidad para autoafirmar los propios derechos y no dejarse manipular ni manipular a otros. Podemos decir que lograr ser asertivo, es lograr adquirir las siguientes habilidades para relacionarnos con nuestro entorno.

  • Saber decir “no” cuando no deseamos realizar algo
  • Saber mostrar nuestra opinión y postura hacia un asunto, aunque los demás se muestren contrarios
  • Saber respetar las posturas y diferentes opiniones de los demás
  • Saber pedir favores y mostrar agradecimiento a los demás
  • Saber aceptar las críticas constructivas y saber reaccionar ante las no constructivas
  • Saber expresar los propios sentimientos (gratitud, afecto, comprensión…) y respetar los sentimientos de los demás.

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La asertividad se logra cuando llegamos a un equilibrio entre dos actitudes opuestas:

El estilo pasivo sería cuando no somos capaces de decidir por nosotros mismos y accedemos a los deseos de los demás por miedo a decir “no”. Se trata de una actitud muy poco sana, que nos hace infravalorarnos y daña seriamente nuestra autoestima. Si nuestro hijo se convierte en una persona pasiva ante los demás y ante sus propios deseos, será una persona con dificultades para lograr sus propios objetivos que se sitúa siempre por debajo de los demás, débil ante los ataques y poco segura de sí misma.
Por el contrario, el estilo agresivo se trata de una actitud brusca que genera la antipatía del entorno. Supone faltar al respeto a los demás y estar únicamente pendiente de las propias necesidades, sin comprender los deseos y emociones de los demás. Si nuestro hijo aprende a ser una persona agresiva, tendrá serias dificultades para relacionarse con los demás lo que también dañará su autoestima y le aislará en su entorno social.

El equilibrio es el estilo asertivo. Educar a nuestro hijo en la asertividad supone enseñarle a expresar sus sentimientos, sus deseos y decidir acerca de lo que quiere y no quiere hacer. Supone enseñarle a respetar la individualidad de cada uno, incluida la propia, respetando las libertades y derechos de los demás y defendiendo los propios. Una persona asertiva es una persona con más posibilidades de ser feliz, tiene buenas habilidades sociales, toma sus propias decisiones y se siente autónomo y capaz de llevar a cabo su propia vida.

En términos sencillos, aprender a decir que no. Pero sin agresividad, sin herir. Con respeto, hacia los demás y hacia uno mismo, ya que si uno no se respeta no recibirá respeto.

Los psicólogos y pedagogos coinciden en que hay que enseñar la asertividad a los niños, aunque algunos nacen con esa cualidad. Algunos pensarán que los niños de hoy día ya saben decir “¡no!” de sobra. Igual se pasan. Pero recordemos que se trata de expresar nuestros sentimientos y defender nuestras porturas sin agresividad. Y ahí sí que los niños no andan tan duchos. Ni los adultos.

Obligándoles a besar a quien no quieren y a jugar con quien no les gusta no les enseñanos decir que no. Tampoco cuando les negamos la posibilidad de hablar de sus sentimientos negativos. Pero la asertividad no está reñida con la amabilidad. También hay que enseñarles que algunos comportamientos o expresiones hieren a otras personas. Que hay diferentes formas de decir lo mismo y que las formas son importantes.

Existen diferentes técnicas para hablar con asertividad y la mayoría se basan en hablar de uno mismo, de nuestros sentimientos y opiniones, sin denostar las de los demás. La mejor forma de que nuestros hijos sean asertivos es hablarles a ellos de esa forma. Y que nos oigan hablar así entre los adultos. Nada fácil, ¿verdad?

Principios básicos para aprender a ser asertivos

Para llegar a conseguir este fin de transmitir al niño la conducta asertiva debemos tener en cuenta unos PRINCIPIOS BÁSICOS de los que debemos destacar el ambiente que rodea al individuo. El ambiente influye en la autoestima de tal forma que un niño quees querido y respaldado y él lo siente así, desarrollará una sana autoestima y una seguridad en sí mismo. Por otro lado, unido al ambiente encontramos las personas que rodean al niño, esto es, los padres y profesores que resultan importantísimos para el niño puesto que son los que refuerzan las conductas positivas y son los modelos a imitar por los más pequeños..

Según lo que acabamos de decir, existen unas ACTITUDES GENERALES a tener en cuenta para educar en la asertividad y que además influyen en la construcción de una adecuada autoestima. Estas actitudes las podemos enunciar del siguiente modo:

  1. Atención a las proyecciones: los adultos tendemos a proyectar nuestros propios temores y experiencias negativas en los hijos. Protegemos a los niños cuando anteriormente hemos sufrido burlas y los hacemos desconfiados. Esta actitud la transmite el padre con sus actitudes, sus comentarios… (cuando estamos continuamente pendientes de lo que los demás dicen de nosotros…) A cambio, lo que debemos hacer es aceptar al niño con sus ideas y actitudes y dejarle tener las experiencias. El papel del adulto en este caso es transmitir al niño su opinión si éste la pide y únicamente limitarnos (mientras esto no ocurra) a aconsejar o contar nuestras propias experiencias huyendo de los planteamientos categóricos y del establecimiento de reglas.
  2. No confundir un error puntual con una característica de la personalidad. Debemos cuidar los mensajes que dirigimos a los niños y la forma de hacerlo. Un niño que de forma reiterada recibe el mensaje de que es malo, termina asumiendo ese rol, creyendo que realmente es malo porque además recibe el mensaje de alguien en quien confía que puede ser su madre, su padre o su maestro.
  3. Las expectativas hacia los niños deben ser razonables y adecuadas a su nivel y edad. A cada nivel madurativo le corresponden unas pautas de conducta. El problema para los niños se presenta cuando se les exigen cosas para las que todavía no se encuentran preparados (determinadas responsabilidades…)

Cuando vemos que el niño no es asertivo…

Tanto en la escuela como en casa podemos intervenir para ayudarle salvando las diferencias del medio y los factores que pueden influir. La asertividad se puede enseñar de forma indirecta (se trata de todo lo que podemos influir en el niño sin que él se dé cuenta) o directa (con técnicas concretas).

Para empezar con las formas indirectas debemos, en primer lugar, describir objetivamente el “problema” que presenta el niño y una forma sencilla es la de escucharle, dedicarle tiempo para descubrirlo, ser empáticos (ponernos en su lugar y ver el problema desde su punto de vista. Cuando el niño no toma la iniciativa a contarnos cómo se encuentra, qué le pasa, debemos ser nosotros los que demos el primer paso pero para ello es fundamental (como decíamos antes) encontrar ese tiempo que muchas veces no encontramos o no queremos encontrar. En realidad se trata de ser empáticos con el niño, es decir, ponernos en su lugar y ver el problema desde su punto de vista. Por otro lado, en este proceso de ser más asertivos, debemos hacerles conscientes de algo que suele pasar desapercibido y son los “derechos”. Es a través de las conversaciones diarias, comentando noticias… como podemos introducir el tema de los derechos y así el niño irá incorporando a sus conocimientos el de la existencia de unos derechos que él tiene que respetar, pero que también han de respetarse en él.

Una buena idea es reforzar las capacidades. Cuando el niño se comporte de forma correcta, es adecuado dirigir un halago hacia el chico como “muy bien, has demostrado que eres capaz para controlar la situación y decidir por ti mismo”. Ya sabemos que el halago como elogio que es, debemos aplicarlo con cuidado y no abusar de él porque puede perder el efecto deseado e incomodar al niño. Como criterio a seguir podemos considerar que cuando una conducta está instaurada no precisa ser alabada y nos debemos fijar en otra conducta más difícil o todavía por conseguir.

Por último, hay que cuidar el lenguaje con que nos dirigimos a los niños. Debemos reflexionar si nos dirigimos de forma positiva y constructiva (“la próxima vez hazlo mejor”) o negativa y destructiva (“no debes hacer así esto”) El lenguaje positivo implica expresarse de forma afirmativa y fijarse en lo positivo. El lenguaje negativo hace hincapié en lo erróneo, en los defectos…

Pasemos ahora a analizar las formas directas que tenemos a nuestro alcance para enseñar en la asertividad. En numerosas ocasiones el individuo conoce su dificultad para afrontar un problema de relación con los demás aunque sí es consciente de que ese problema existe. Es decir, sabe qué debe hacer pero no sabe cómo hacerlo. Para superar esa situación es necesario que los adultos guiemos su comportamiento, analicemos con él la situación que lleva a que el niño se sienta incómodo, los antecedentes que la caracterizan y las consecuencias que siguen. En definitiva, debemos formar “equipo” con él. Lo primero que hay que transmitir es seguridad, confianza en que el problema tiene solución y los adultos tienen que ser los primeros en creérselo. Esto que decimos tiene especial importancia en casos como el de los niños que se sienten acosados por algún compañero de clase y no sabe cómo afrontar el problema. Las consecuencias son que el niño está agobiado, angustiado, este estado emocional influye de manera negativa en su estado anímico y por supuesto en su rendimiento académico. En un caso similar, el adulto (padre, madre…) debe estar al lado del niño y ayudarle, analizando por qué se produce este acoso y cuál debe ser la respuesta del niño.

Por tanto, el adulto debe ensayar con el niño la situación problemática, imaginarse las situaciones problemáticas y peligrosas y afrontarlas. Es importante ofrecer al niño varias alternativas de conducta. Esto conlleva que el niño amplíe su capacidad de decisión. También es bueno ponerle al niño ejemplos concretos de casos similares que el adulto conozca y, si puede ser, explicar cómo se superó la situación.

Un principio importante a tener en cuenta es que no debemos esperar avances de forma inmediata. Al contrario, debemos considerar que hay que avanzar poco a poco, con seguridad y que el niño perciba cada avance como un éxito y esto redundará en aumento de seguridad.

Fuentes consultadas:

  • pequesymas.com/
  • serpapas.com/

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