Juro que lo leí en alguna parte. Os aseguro que un lejano día, de aquellos de la juventud curiosa, descubrí en algún libro olvidado la original historia de un asesinato ideado por Leonardo Da Vinci, aquel genio de múltiples facetas. La anécdota encaja con su personalidad: es imaginativa, brillante, elegantemente técnica... Hace tiempo que busco hallar alguna referencia al suceso en sus biografías, en la red... Nada he encontrado, hasta la fecha, que me confirmara el hecho. Por lo que recuerdo la historia podría haberse extraído de alguno de sus manuscritos que, escrito en espejo como era habitual en él, dijera así:
"Yo sé la manera de matar a un hombre de forma que no pueda ser culpado. Incluso podré estar a su lado en el momento en que un disparo acabe con su vida y nadie lo habrá disparado. Explicaré la manera de prepararlo y consumarlo a continuación.
El hombre elegido para morir ha de ser aficionado a la música y debe visitar frecuentemente una sala de audiciones. Debe ser hombre de costumbres y tener un palco asignado o disponer de una butaca de uso personal en las representaciones. El día elegido habrá de realizarse una audición y él deberá estar entre el público. Aquellos que preparen su muerte deben conocer la obra a representar y estudiar cuidadosamente la partitura. Buscarán en el pentagrama una nota sostenida lo suficientemente fuerte como para que haga entrar en resonancia una cuerda de violín afinada al efecto sobre un arco y conectada por su centro con un fino hilo tensado sujeto al gatillo de un arcabuz. Este estará armado y firmemente fijado sobre un bastidor. Previamente se habrá apuntado a la butaca seleccionada. Todo el artificio estará oculto en algún lugar del escenario protegido quizá por una cortina. El resto lo podéis adivinar: cando la orquesta toque la nota elegida la cuerda vibrará y tensará un poco más el hilo sujeto al gatillo. Este se disparará y alcanzará a la persona condenada. Si sois cuidadosos y discretos en la preparación del artefacto, nadie podrá acusaros de nada. La propia orquesta sería el brazo ejecutor."
Me deja pasmado su ingenio. Miedo me da ahora el asistir a los conciertos de la Real; cada vez que la orquesta ejecuta una nota sostenida no puedo mirar hacia las cortinas y pasear mi vista por la tramoya entre los focos... a veces juraría que he visto brillar el pavonado cañón de una pistola apuntando hacia mi asiento.