Por sin no fuera bastante shock la aparición del cadáver de un hombre, no lo es menos, el identificarlo como Raffaele Montalbani, antiguo colega de La Marca, e hijo de Ruggero Montalbani, fundador y director del centro de investigación .El misterio de la muerte de Montalbani se une al enigma de su presencia inopinada en la capital sicilianna, ya que el muerto llevaba muchos años residiendo en los EE.UU.,y esto lleva al profesor La Marca a interesarse en las pesquisas de la investigación, pese a las fundadas quejas del policía encargado de la resolución del misterio, el comisario Spotorno.Palermo, sus gentes, sus costumbresLa novela gira alrededor del profesor Lorenzo La Marca, que resultará tanto el investigador como el narrador de los diversos acontecimientos que se van desarrollando. Es un hombre singular, un tanto histriónico, y teatral, lleno de paradojas, pero que resulta gracioso y brillante. Un poco estereotipado por el autor es su retrato como hombre del 68 (la acción transcurre a mediados de los noventa), pues la música que oye (por supuesto jazz), los libros que lee, o los posters que decoran su casa, lo hacen un progre de los sesenta, eso sí, siempre de punta en blanco con sus trajes de lino y sus corbatas de fantasía. Al igual que La Marca, el resto de personajes que van apareciendo son muy brillantes, pues todos tienen unas personalidades muy marcadas, y resultan vistosamente perfilados. En esta línea por ejemplo el autor al describir al muerto, lo retrata como:
un encabalgamiento de grandes arrebatos, histerismos, paranoias, disociaciones, melancolías, caprichos, tristezas, extravagancias e infantilismos. Y genialidades. No es que fuera precisamente un caso de genio y extravío: la suya era una genialidad oscura y tortuosaUn asunto que nos mostrará detalladamente es el mundo de la investigación universitaria, con sus mezquindades personales y profesionales y sus códigos éticos no siempre ajustados con los sociales. Se muestra la altanería que corre muy a menudo entre sus miemros frente al resto de la sociedad, y al mismo tiempo la sensación de inferioridad de quienes teorizan mucho, pero realizar, realizar, realizan poco.Pese a situarse en la capital siciliana, no es una novela llena de mafiosos y mujeres enlutadas, aunque nos hace un buen recorrido por Palermo, por sus gentes y sus costumbres, sobre todo las gastronómicas, que nos recuerdan muy mucho al gran Camilleri. Y aun así, el autor nos muestra algunos engranajes de los poderes fácticos sicilianos de los que no teníamos noticia, y que rompe un poco ciertos estereotipos sobre la isla y sus gentes.Hay una contínua reflexión sobre como poder ser adulto de manera distinta a los moldes pretendidamente establecidos, y así por ejemplo se buscan referentes literarios como los de El guardián sobre el centeno, de donde se afirma “Si uno es Holden Caulfield a los quince años, lo es para siempre”. Pero esto deriva en algunas ocasiones en una vitriólica descripción de gentes progres llenas de una memoria artificial de pasados y nunca vividos esplendores revolucionarios, que les calma su incapacidad para admitir sus contradicciones y sus fracasos actuales.Una característica muy encomiable de esta narración, es su brillante, cuidadoso y vivaz estilo, que está repleto de color y matices, con lo que nos regala una lectura rica en detalles y calidez, tanto en el relato de hechos, como en el retrato de personajes.Quizá el único detalle que nos ha chirriado un poco es que la trama policial se va desdibujando un poco a lo largo del relato, pues este estilo tan pizpireto y colorista, hace que la narración policial se nos pierda un tanto, y nos aboque a un final un poco precipitado. Esto es favorecido por la excesiva cita de músicos y sus obras, de escritores y sus novelas, que se supone que dan personalidad y empaque al protagonista, y lo único que logran es lastrar la lectura. En resultas una novela curiosa, interesante y de buena lectura.Siruela, 2017Compra en Casa del Libro
José María Sánchez Pardo