Revista Salud y Bienestar
Aquél estaba resultando un día particularmente denso en el que el ritmo de trabajo acaba desbordándonos en su sinergia de citados, sin citar y visitas domiciliarias que nos esperan para colmar nuestra última hora...
Disponía de cerca de veinte minutos, un espacio de tiempo en el que no tenía citas en la agenda y que algunos días aprovechamos para tomar café en equipo. Se trata del único momento de asueto de la jornada, un periodo que nos corresponde por ley y que desgraciadamente no podemos permitirnos todos los días: no se me vayan Uds. a aferrar al falso tópico de los empleados públicos tomando incesantemente cafés...
Al salir y alejarme del despacho, escuché un murmullo que pude entender perfectamente decir:
-. Así va el país!...
Me giré y retrocedí sobre mis pasos, no pude evitar el hacerlo, dirigiéndome a las personas que estaban sentadas en la sala de espera común...
-. Alguno de Uds. tiene cita en el despacho número cuatro?
-. Sí, yo -dijo la señora que, según mis sospechas, fue quien profirió el murmullo...
-. Puedo ver a qué hora está Ud. citada?...
Tras echar un vistazo a su comprobante de cita, le dije:
-. Señora, son las 11h10 y Ud. tiene cita a las 11h30... No se preocupe porque volveré antes de esa hora... Ah! y otra cosa: permítame asegurarle que yo no tengo la culpa de que el país ande así...