Salva • Segorbe
Pues el pasado noviembre terminé la carrera de arquitectura. Me puse muy contento, a mis amigos les decía: "No es que ser arquitecto me haga feliz, es que no ser estudiante es maravilloso".
Me pasé dos meses de vacaciones, celebración por aquí viaje por allá, sin preocuparme demasiado por el futuro cercano. Luego me dije, "conforme están las cosas, buscar un estudio en España se me va a hacer cuesta arriba, ¿dónde me meto yo ahora?".
La idea de ponerme a buscar unas prácticas no me disgustaba, pero aun necesitaba tiempo, un pequeño paréntesis antes de meterme a trabajar en cualquier sitio.
Decidí entonces marcharme a Francia tres meses, trabajar en el campo, aprender un nuevo idioma, que siempre sienta bien, y tener tiempo para pensar en el futuro. Durante ese periodo, en algún rato libre que me quedaba, iba participando en algún concurso y así ejercitaba la mente un poquito.
Cuando sentí que el momento de volver estaba llegando empaqueté todo en mi mochila y regresé a casa de mis padres.
Como ahora ya sí me sentía con ganas y fuerzas de emprender mi vida de arquitecto verdadero, de las primeras cosas que hice al llegar fue informarme de todas las becas existentes para hacer prácticas en el extranjero. Fue chocante ir a preguntar a la universidad y enterarme de que algunas que yo conocía habían desaparecido para esta misma convocatoria, y de que otras habían mermado en plazas o en dotación económica, y a los pocos días escuchar al ministro Wert por la tele diciendo que precisamente eso es lo que no iba a ocurrir.
Pero bueno, me aferré a la archiconocida beca Leonardo da Vinci y me pasé unas semanas, por una parte, haciendo mi portfolio, y por otra, buscando estudios de arquitectura en Francia, Bélgica y la Suiza romanda.
En ello sigo ahora mismo, tras haber enviado 20 correos y haber recibido 3 contestaciones, todas negativas. De momento no me desespero, los amigos que tengo que ya han emigrado (un buen puñado, por supuesto) hablan de que tuvieron que contactar con 50, 80, 200 estudios hasta conseguir a uno que les diera trabajo.
Mientras paso por este limbo en el cual mis quehaceres son pocos, para no desesperarme y no sentirme tan parasitario decidí buscarme un trabajo en la hostelería. Tras visitar 15 bares y que nadie me llamara nunca, gracias a un amigo conseguí un currete de fin de semana, soy pinche en un restaurante francés del centro de Valencia. Gano un poquito para ir tirando y tengo el tiempo libre necesario para seguir con mi búsqueda de agence d'architecture.
¡Ah! Y hace poco también aboné las simpáticas tasas de mi título de arquitecto. 180 euros de nada, lo que gano yo en tres semanas, si las propinas son generosas.
No sé qué pensaréis de todo esto. Sin querer sonar derrotista, me siento un poco como la caricatura de nuestra generación, una de las miles que caminan cabizbajas por las ciudades españolas.
En los bares no me quieren porque estoy muy preparado, mi padre no me puede dar empleo porque su empresa va más que justa, los despachos de arquitectura, y hablo a nivel europeo, no tienen trabajo suficiente para contratarme.
Aun con estudios realizados en distintas universidades de todo el mundo, junto a un montón de cursos, talleres y seminarios, varios idiomas, participación en concursos, unas ganas de trabajar de una vez por todas que se me salen por las orejas, y alguna que otra cosa más que se me olvida, el panorama que se presenta es algo desesperanzador.
Pese a todo, he de reconocer que yo soy positivo. Pienso que al final la gente que tiene ganas de trabajar acabará encontrando algo, y yo me cuento entre ellos. Y además, hasta que ese momento llegue no voy a quedarme atontado en el sillón, que a veces parece que es lo que el mundo quiere que hagas, si no que voy a seguir participando en concursos, escribiendo mis cositas, haciendo mis dibujos, y aprendiendo de cualquier cosa que se cruce en mi camino.
Y si alguien que lea esto está un poco como yo, solo le digo: mucha suerte, no desistas.