Contento, como un disfraz de Mortadelo que le guste a Filemón. Nervioso como el 54 de la fila que no sabe si va a entrar. Curioso, como el niño que cree saber donde se esconde su regalo. Despierto, como el calor de una taza de café de aquel domingo. Hambriento, como el dedo que se va desplazando hacia abajo desde tu ombligo.
Así estoy yo, así estoy yo con ti.
Ansioso, como McEnroe con la bola que él vio entrar, como la manecilla del reloj a cinco minutos del recreo, como Cary Grant cuando Grace Kelly le esperaba en el hotel. Honrado, como en una fiesta por sorpresa donde ves a Miguel, el que hace tantos años y llamadas que no ves. Elegido, como cuando en la plaza te cogía pá su equipo el que hacía aquellos goles con rebote y regate en la pared. Tranquilo, como sentado en octubre al borde de un mar.
Así estoy yo, así estoy yo con ti
Alegre, como el cartel de rebajas el último día de trabajo, como un punto y final a la primera novela, como abrir el grifo en Madrid cuando vuelves de verano. Completo, como la ficha azul del puzzle colocada, como un poema de Neruda recitado a media noche, como cuando los amantes llegan a la vez. Perdido, de la misma manera que todo queda aparte, como cuando estás donde nadie quieres que te encuentre, escondido tan fácil como estar en las cuatro paredes de tu piel.
Así, por copiar sin copiar a quién tú sabes, estoy yo, con ti