No hay duda de que la Santísima
Virgen María fue la mujer más humilde y privilegiada de todos los tiempos.
Durante 9 meses llevó en su vientre a Jesucristo, el Hijo de Dios, lo amamantó,
le enseñó a caminar, oyó como ese pequeño inocente le decía mamá, lo vio
crecer, fue testigo de sus tres años de predicación, y a pesar de que sufrió
como nadie al verlo morir en la cruz también fue la que mayor gozo sintió al
verlo resucitado.
Pero muchos se preguntan qué pasó
con ella después de la vida pública de Jesús. Lo último que nos cuenta la
Biblia acerca de María es que estaba con los apóstoles el día que el Espíritu
Santo descendió sobre la Iglesia en forma de lenguas de fuego. ¿y después?
¿murió? Sabemos que es doctrina católica que fue asunta al cielo ¿pero su
cuerpo fue llevado antes o después de morir? ¿cómo fue su último día en la
Tierra?
Muchos han tratado de reflexionar
al respecto, y tal vez la voz más autorizada en este tema sea la de San Juan
Damasceno, un gran santo y Doctor de la Iglesia. Durante un sermón, él explicó
así la muerte de la Santísima Virgen María.
Así fue el último día de la
Virgen María en la Tierra antes de su Asunción
“La Madre de Dios no murió de
enfermedad, porque ella por no tener pecado original no tenía que recibir el
castigo de la enfermedad.Ella no murió
de ancianidad, porque no tenía por qué envejecer, ya que a ella no le llegaba
el castigo del pecado de los primeros padres: envejecer y acabarse por
debilidad. Ella murió de amor.Era tanto
el deseo de irse al cielo donde estaba su Hijo, que este amor la hizo morir.
Unos catorce años después de la
muerte de Jesús, cuando ya había empleado todo su tiempo en enseñar la religión
del Salvador a pequeños y grandes, cuando había consolado tantas personas
tristes y había ayudado a tantos enfermos y moribundos, hizo saber a los
Apóstoles que ya se aproximaba la fecha de partir de este mundo para la
eternidad.
Los Apóstoles la amaban como a la
más bondadosa de todas las madres y se apresuraron a viajar para recibir de sus
maternales labios sus últimos consejos, y de sus sacrosantas manos su última
bendición.
Fueron llegando, y con lágrimas
copiosas, y de rodillas, besaron esas manos santas que tantas veces los habían
bendecido. Para cada uno de ellos tuvo la excelsa Señora palabras de consuelo y
de esperanza.Y luego, como quien se
duerme en el más plácido de los sueños, fue Ella cerrando santamente sus ojos;
y su alma, mil veces bendita, partió a la eternidad.
La noticia cundió por toda la
ciudad, y no hubo un cristiano que no viniera a llorar junto a su cadáver, como
por la muerte de la propia madre. Su entierro más parecía una procesión de
Pascua que un funeral.Todos cantaban el
Aleluya con la más firme esperanza de que ahora tenían una poderosísima
Protectora en el cielo, para interceder por cada uno de los discípulos de
Jesús.
En el aire se sentían suavísimos
aromas, y parecía escuchar cada uno, armonías de músicas muy suaves. Pero,
Tomás Apóstol, no había alcanzado a llegar a tiempo. Cuando arribó ya habían
vuelto de sepultar a la Santísima Madre.
Pedro, – dijo Tomás- No me puedes
negar el gran favor de poder ir a la tumba de mi madre amabilísima y darle un
último beso a esas manos santas que tantas veces me bendijeron. Y Pedro aceptó.
Se fueron todos hacia el Santo
Sepulcro, y cuando ya estaban cerca empezaron a sentir de nuevo suavísimos
aromas en el ambiente y armoniosas músicas en el aire.
Abrieron el sepulcro y en vez del
cadáver de la Vírgen encontraron solamente…una gran cantidad de flores muy
hermosas.Jesucristo había venido, había
resucitado a Su Madre Santísima y la había llevado al cielo.
Esto es lo que llamamos Asunción
de la Vírgen.
¿Y quién de nosotros, si tuviera
los poderes del Hijo de Dios, no hubiera hecho lo mismo con su propia Madre?”
Fuente: ChurchPOP