Revista Solidaridad

Así le dejaron el piso a Benigna

Por Aparcamientodiscapacitados

Después de pleitear durante años, una propietaria de Vigo, Benigna Fernández, recuperó el dominio de su bajo en la calle Cervantes. Sin embargo, todavía le quedará mucho tiempo y trabajo para poder disfrutar de la vivienda, puesto que antes tendrá que limpiar los cientos de kilos de basura que le dejó su antiguo inquilino cuando se marchó. A esta mujer que regenta la frutería que hay en esta calle se le cayó el alma a los pies cuando descubrió el deplorable estado en el que se encuentra el inmueble.
Así le dejaron el piso a BenignaEl juzgado ordenó el desahucio del anterior ocupante, un septuagenario que llevaba décadas residiendo en este lugar y por el que pagaba una renta baja. Benigna Fernández logró demostrar que el hombre ya no vivía allí, aunque de vez en cuando se dejaba ver entrando y saliendo del inmueble porque se negaba a desocuparlo. De hecho, a finales del año pasado llegó a criar pavos en el patio interior, hasta que la Policía Local le obligó a retirarlos porque el graznido de las aves no dejaba dormir al vecindario en pleno centro de la ciudad.
La comisión judicial se presentó a primera hora de la mañana del miércoles y el inquilino se marchó del inmueble sin oponer resistencia porque reside en otra vivienda del mismo barrio. Detrás dejó una planta baja en la que se aprecia que vivía en la indigencia y en unas condiciones infrahumanas. En el piso completamente destartalado almacenaba grandes cantidades de residuos y escombros tirados por el suelo, muebles rotos y con una ausencia total de higiene.
El hombre solo utilizaba la tenue luz de una bombilla para iluminar la estancia y utilizaba un baño que no estaba conectado a la cisterna. Dejó dos habitaciones llenas de cajas con prendas viejas y objetos inservibles en las que se acumula una gran cantidad de polvo y suciedad. Benigna atrancó la puerta desde dentro para evitar la entrada de okupas, puesto que en esta zona hay varias viviendas cuyos inquilinos han entrado con el sencillo método de darle una patada a la puerta.
Con la ayuda de su hija Miriam y de otras personas volverá a dejar el bajo en unas condiciones habitables. Su objetivo es poder ocuparlo para que su marido, Rogelio Lorenzo, pueda volver a salir a la calle y disfrutar de la sombra que da un aguacatero en el patio. El hombre, que se encuentra en silla de ruedas por una parálisis cerebral, reside en el piso de arriba y no tiene ascensor, lo que le condena a permanecer siempre dentro de su domicilio y solo poder asomarse al balcón para tener contacto con el mundo exterior.
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