¿Te ves gordo y culón sobre la bici? ¿Piernas embutidas en el culote cual chorizos de Cantimpalos? En realidad hay corredores que sí tienen verdaderos problemas con la báscula y que luchan y luchan y luchan por domar su peso0.
No, el desgaste físico no sienta igual a todos: si unos se desesperan por no engordar, otros por lo contrario, esto es, que los números sean inferiores en la báscula a los que salían hace meses. ¡Hay incluso quien engorda haciendo deporte!
Pero esto no es un post sobre cómo perder peso rápidamente, aunque contiene algunos retazos sobre cómo luchar contra la báscula eficazmente. Hay soluciones: ponerse en manos de especialistas, no desesperarse, hacer una dieta rigurosa pero no obsesiva… Muchas veces no se alcanza ese rendimiento idealizado y los nuevos hábitos hay que incorporarlos poco a poco.
Ahí está Abraham Olano, que tuvo la desgracia de competir durante el ocaso y tras la retirada de Miguel Induráin (sobre quien volveremos). Al vasco, un culogordo de aúpa, siempre se le veía rezongando en las subidas, y sin embargo ahí está su enorme palmarés y los muchos fans que ha dejado, como puede constatarse en este post sobrenatural de un bloguero influyente.
Olano luchaba contra la báscula, como reconocía él mismo: su facilidad de coger peso era un lastre importante en las etapas de montaña, y le obligaba a a cuidarse continuamente. Olano es de los que no podía perder la concentración en invierno para seguir siendo competitivo. Dos mundiales (Ruta y CRI, inédito hoy), una Vuelta y un segundo puesto, segundo y tercero en el Giro, cuarto del Tour 97, decenas y decenas de etapas. Casi nada.
La báscula podría unir a Olano y a Miguel Induráin si no fuera porque Olano luchaba contra ella y el navarro se sirvió de la báscula como trampolín para generar una potencia sobrehumana que le permitiría ser uno de los mejores ciclistas de la historia (para nosotros sigue siendo el mejor español, con permiso de Nadal). Para poder estar cerca de los grandes escaladores, Miguel sabía que tenía que ganar el pulso a la báscula.
Recordemos que Induráin pasa a profesionales muy pronto, a principios de los 80, y no es hasta 1991 cuando logra su primer Tour y su primera gran ronda de tres semanas, ergo tiempo tuvo para calibrar su peso. De hecho, se cuenta que su obsesión por adelgazar en plena disputa del Giro de 1994 fue lo que hizo que le pasara factura en la mitológica etapa del Mortirolo. Aquel día podía haber ganado su tercer Giro seguido, pero quiso alcanzar los malditos 78 kilogramos antes de tiempo y se agarró una pájara que lo envió al tercer puesto de la general final. Desde ese día, Miguel nunca quiso bajar de los 78 kilogramos, y es el mejor ejemplo de que no hay que obsesionarse con el peso, pues puedes llegar a un punto fatal de no retorno.
Otro ejemplo extremo: el corredor suizo Urs Zimmerman, que hizo podio en el Tour de 1986. Era el típico corredor fondón y fuerte que de un año a otro empieza a adelgazar. Lo que al principio fue una victoria contra la báscula empezó a dar sus frutos con una mejora en su rendimiento, culminada con el tercer puesto en el Tour de 1986. Sin embargo, su obsesión por domar a la báscula le provocó anemias, problemas estomacales, psicológicos, etcétera, de los que nunca pudo rehacerse. Nunca volvió a ser el corredor que era.
El gran consejo: con el peso hay que buscar la moderación. Ser exigentes pero sin pasarse. Sí, con unos gramos de menos serás más ligero, pero no hay que menospreciar la fuerza que pueden desarrollar algunos culogordos. No te obsesiones y, si eres joven, espera a cumplir 22 o 23 años antes de ponerte manos a la obra.