Revista América Latina

Así matan dos pájaros de un tiro

Publicado el 23 mayo 2019 por Apgrafic
Así matan dos pájaros de un tiro"Ellos, que parecen sacados de universos distintos, fácil pasean a sus perros en el mismo parque".

Mi divertida y terrible noche empezó temprano. Un show en un hotel. Por alguna razón ninguna flaca me atracó para acompañarme. Solo vino conmigo, y con amenaza de odiarme sinceramente si la plantaba (otra vez), la Chica B. Como yo, tampoco tenía planes esa noche: fuimos tal para cual aunque sea por un instante. Nos juntamos e hicimos cola. Una larga cola de espectadores, todos en pareja, enamorados, novios, esposos, ex, amantes, amigos con derecho, choque y fuga, citas a ciegas y... nosotros. Desde el comienzo ¡zas!, el teléfono. ¿Para qué acepta venir? Menos mal ella llevaba los pases electrónicos en su cel.
Entramos y esperamos que comenzara todo. Primero salió al escenario un showman del balón –ya sabes, un entremés para el plato de fondo–, uno de esos que hacen piruetas futboleras que en tu vida tu columna te va permitir realizar. En un momento, el pata este invitó a gente del público a subir con él y hacer unas piruetas. Por más que levantó la mano, nadie le hizo caso a la Chica B (¡Para variar!). Ella también conocía sus trucos futboleros de hincha de occidente en el estadio, pero se quedó sin demostrarlo. Entonces salieron Marquina y Castagneto. 

Como tantos, escuché Mañana Maldita cuando estuve en el colegio. Daniel Marquina, un pelado clavadito a Shrek pero de color arroz chaufa, no me era nada extraño, aunque sí pasar de oírlo a tenerlo en vivo. Al otro también lo saco de verlo en la tele, de EntreMemes, el doctor Papaya, Raúl Castagneto. Otra vez haciendo equipo. Ellos, que parecen sacados de universos distintos, fácil pasean a sus perros en el mismo parque. Si no, ¿cómo explicar que su show funcionara tan bien? Para los duetos, hace más falta que tener humor, y a estos dos energúmenos nocturnos les sobra química.

Así de feos, así de divertidos, no perdían una para partirnos de risa. Menos a la Chica B, que en algún momento del comienzo, en una parte del show un poco floja, se alejó definitiva e inexplicablemente de todo, pero a eso volveré después. Lo que siguió, y fue un acierto del show, era ver a este dueto jugando con la metarealidad de Daniel, cuando interpretaban los distintos tipos de programas radiales. El de música electrónica, el de salsa, el de canciones nostálgicas del año en que tu abuela estaba más pedida que tu novia antes de conocerte, o programas radiales de noticias o de amor. Jugar con el mundo radial de Daniel fue lo más ingenioso de la noche, así como sacar a gente del público, o hacerlos interactuar desde sus asientos. A una flaca, no sé cómo, le sacaron que su ex era un mujeriego, y a partir de minucias de detalles, Castagneto compuso una canción dedicada a todos los ex que todas las flacas en el público corearon con unas ganas. Fue un momento de complicidad humorística muy notable, aunque un mejor momento fue cuando Daniel se puso a cantar reguetón. Con esa cara y esa voz, ni Tito el Bambino.

En otro momento, un flaco le tiraba dedo a su jefa que estaba de vacaciones en Costa Rica, y él se había quedado con el doble de trabajo, y otra vez Castagneto armó una canción y, al estilo Ricardo Arjona, la empezó a cantar, y otra vez, pero esta vez todos, empezamos a corear a nuestros negreros laborales. En otro momento, una competencia entre dos chicas del público que consistía en adivinar la canción para ganarse una noche en el hotel con desayuno incluido. Casi la gana una chica que era Keiko pero en flaca. Su novio debió irse más triste que el de la Keiko real esa noche tan temprana. Algo como yo de estar toda la noche sentado junto a la Antártida. ¡Pero cómo se me congelaba la mirada de solo voltear a mi lado! Porque ya sé, solo somos patas, pero en serio Chica B, toda la noche con el celular ese. Como si en lugar de ver un stand up comedy estuviésemos viendo, no sé, una película peruana. Porque avanzaba el show y le iba echando ojeadas a ella, y estaba pegadaza a su cel. Que si el Instagram, el Facebook, o mandando un mensaje de WhatsApp; solo faltaba verla revisando su Gmail. Porque fue hora y media y ella allí, gastando fácil tres gygas en datos, en solo ver el muro del face o arrojarse a la ventana de los stories de Instagram. Atrás mío, delante, y por todos lados: parejas, parejas, parejas. Viniendo al mismo lugar, riéndose, a veces echándose una mirada, pasándola en tiempo real y no es una simulación ajena. Hasta una pareja que se hacía un selfie me pareció más auténtica que nosotros apenas juntos en la distancia. Capaz vería la foto de ellos y nosotros detrás cuando hiciera scroll en la pantalla unos minutos después. Capaz hasta le daría like. Mientras, todos riendo, todos pasándola, y a mi lado: mil kilómetros de distancia. Entonces, a propósito de una novela que acabo de leer y que recomiendo, deduje: la soledad era esto

La pase bien escuchándolos. Solo hubiera querido no estar tan solo y no envidiar la compañía de una soledad más grata. Daniel Marquina y Raúl Castagneto, un dúo perfecto para parejas, pero parejas de verdad. No se olviden que es un hotel, así matan dos pájaros de un tiro.


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