Revista Diario

Así nació el Chiquinini

Por Mamareciente
En mi caso no hubo duda. Cuando se rompió la bolsa salía mucho líquido calentito y totalmente transparente, que mojaba el suelo en mi camino de la cama al cuarto de baño, y seguía saliendo mientras me duchaba.
Mis contracciones empezaron la noche anterior a la de romper aguas. Eran como dolores de regla fuertes y por un tiempo definido, y se repetían cada hora. Con estas primeras contracciones sentía ganas de ir al lavabo, o al menos eso me parecía, como si eso fuese a aliviar el dolor, aunque no era así realmente.
Al día siguiente las contracciones se ralentizaron y pasaron a ser esporádicas, a veces cada dos horas, a ratos no…Así pasó todo el día hasta que a las 23 h empezaron a ser cada 30 o 40 minutos. Pero entre una y otra había otras más débiles que no sabía muy bien si debía contabilizar o no. Eran muy irregulares en intensidad y en frecuencia.
A las 12.30 h rompí aguas y nos fuimos al hospital. Las contracciones eran irregulares aún, pero cada vez eran más dolorosas. Recuerdo que en los cursos de preparación al parto me habían dicho que duraban menos de un minuto, unos 30 o 40 segundos, pero yo contabilicé hasta dos minutos que parecían dos horas… Cuando ya pensaba que no soportaba más el dolor, sólo había dilatado 3 cms…Como había roto aguas no me mandaron de vuelta a casa. El trato a mi llegada al hospital fue poco amable ( sube a tal planta, baja, ya estás aquí otra vez…). Finalmente me monitorizaron, lo que me resultó muy incómodo pues no podía moverme y buscar la posición menos dolorosa con las contracciones. Después de un par de horas al ver en el monitor la intensidad de las contracciones ( o porque ya tocaba, no lo sé) me ofrecieron la epidural, eran las 3 de la madrugada. ¡Mano de santo!
La dilatación duró hasta las 8 de la mañana, pero al terminar, aún no tenía ganas de empujar. Aun así empujé en la habitación, como me pidió la matrona, pero el bebé estaba muy arriba y parece ser que no conseguía nada... A partir de ahí se complicó un poco la cosa.
Decidieron pasarme al paritorio y retirarme la anestesia epidural para que empujase mejor…Costó mucho que saliera el niño. Había que empujar muy, muy fuerte, increíblemente fuerte…y me quedaba sin fuerzas antes de que acabase la contracción. Tuvieron la ventosa preparada pero al final conseguí empujar lo suficiente, cuando creía que ya no podía más, por el dolor en parte, y porque me sentía sin fuerzas. Casi lo más difícil es no empujar cuando te lo pide el médico, porque con estas contracciones parecía que el hecho de empujar las podía aliviar. Hubo un médico que me ayudó a empujar presionando mi barriga desde fuera, a mí me parecía que iba a explotar. Yo pensaba “no puedo más, hasta aquí hemos llegado, aquí me planto, que me hagan cesárea o lo que quieran”.
Me moría de sed pero no me podían dar agua, sólo humedecerme los labios. Me hice rozaduras en los codos con el esfuerzo.
Al final salió mi Chiquinini y la sensación fue un poco extraña, de alivio y al mismo tiempo de vacio, en sentido literal y en sentido figurado… Se lo llevaron tan rápido que no pude verle ni oirle. Al parecer él también lo pasó mal con tanto esfuerzo y tuvieron que reanimarle un poquito. Le aspiraron los mocos, le pusieron bajo la lámpara de IR para calentarle, etc .Cuando me lo trajeron tenía aún las manos moradas por el frio. Sentí una emoción inmensa que no sé describir, y me eché a llorar. Ya podía verle su carita, y eran tan pequeñito…Me lo trajo su papá, que lo tuvo en brazos antes que yo. Era muy chiquitín, estaba muy despierto, con unos ojos muy grandes en una carita muy pequeña, parecía asustado, llevaba un gorrito amarillo deshilachado y olía al detergente del hospital. La sensación de ese primer momento es muy difícil de explicar.¡ Era tan bonito….!
La semana siguiente recordaba el parto cada día, sin querer. Pero no por el dolor, no como algo negativo, sino todo lo contrario; la sensación de sacar a mi Chiquinini de mi barriga y la emoción de verle…La verdad es que el parto es una experiencia muy fuerte y muy difícil de explicar.
Me ayudó muchísimo tener a mi marido conmigo, dándome ánimos y acompañándome. No me imagino haberlo pasado todo yo sola.
Lo peor, como suele decirse es ponerse nerviosa, “colapsarse” y no ser capaz de respirar ni empujar ni hacer nada. Qué fácil es decirlo!! Cuando mi marido me decía “respira” yo era incapaz de recordar cómo hacerlo.
Hubo episotomía, con unos pocos puntos que curaron bien, y tuve una luxación del coxis. De ésta y el postparto ya hablé aquí.
Los dos días en el hospital me parecieron cansados, con mucho “jaleo” en la planta y demasiadas visitas en mi caso, muchas de ellas de compromiso. De modo que entre esto y la falta de sueño de la noche del parto, la anterior y las dos siguientes, al llegar a casa no podía dormir de puro cansancio, me mareaba al cerrar los ojos. Necesité tilas y paracetamol. Fue un verdadero placer volver a nuestra casita.
Dicho esto, y sabiendo que todo tiene sus pros y sus contras, tengo claro que mi hija nacerá también en el hospital (y a ser posible con anestesia!).
Así nació el Chiquinini

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas