Asisto atónito a como cada día es más 'aceptado' por parte de los clubes los desafíos de los jugadores (guíados magistralmente por los guiones confeccionados por sus represenantes), los 'faroles' que lanzan cuando su contrato se ve próximo a finalizar. 'Nunca puedes cerrar ninguna puerta', 'espero que valoren mi trabajo/aportación' junto a un sinfín de ¿filtraciones? a los medios que hablan del interés de medio mundo por hacerse con su ficha.
En estos días dos jugadores me han llamado la atención: Pepe, el poderoso central del Real Madrid, y Dani Alves, el eléctrico carrilero del Barça. Del primero, a parte de todo lo comentado, me mato que eludiera la pregunta por parte de un periodista sobre lo cierto o no de su ofrecimiento al Barça. ¿Debíamos esperar a que su representante le diera órdenes sobre el tema? ¿O realmente no podía confesar que no es cierto para no perder una jugosa mejora salarial?. En cuanto a Alves, también se las trae. Declara estar tranquilo, mientras que su club avisa que quiere cerrar su renovación antes de fin de año. El jugador deja pasar los días tranquilamente mientras su representante filtra las buenas ofertas que llegan desde Inglaterra. Cada día que pasa, el brasileño gana más fuerza para negociar la subida de sueldo.
Todo esto es legal, es más, es la manera de ganarse la vida de un gremio tan importante en nuestro fútbol como tan poco querido, el de los representantes. Que sí, que los hay nobles, que se preocupan de, ya no sólo que su representado gane lo máximo posible en el club donde es feliz, sino de quedar como señores allá donde vayan; pero lo general es, hablando de las grandes estrellas, que interese 'moverlos' cada poco tiempo para ganar sustanciosas comisiones por llevar las negociaciones. La aportación de Pepe y Alves a sus equipos justifica cada euro invertido en su contratación, pero sus artimañas para que les mejoren el sueldo (ojo, merecido) deberían hacer que los clubes se plantaran en no entrar en este juego.