Revista Opinión

Así obtienen beneficios nuestras grandes multinacionales

Publicado el 08 septiembre 2015 por Rgalmazan @RGAlmazan

Es notorio que las cuentas de nuestras queridas empresas, nuestras multinacionales del alma, van sobre ruedas, con unos beneficios que indican claramente que no sólo han salido de la crisis sino que les va divinamente navegando sobre el mar pepero de la desigualdad, aprovechando sus constantes prebendas.

Y es que en España, las grandes empresas viven en un mundo de facilidades, que nada tiene que ver con el mundo de los trabajadores. Que se hace una reforma laboral, pues eso, a beneficiar a las empresas. Que hay que acabar con el paro, la solución bajar los impuestos y las cotizaciones de las empresas. Y eso no es todo. Que hay que aumentar la productividad, ya se sabe, a bajar los salarios de los trabajadores.

Ahora que acaba de morir, recuerdo cómo actuaba Ruiz Mateos. Un tipo tramposo que se hizo con un imperio a costa de las deudas ingentes que mantenía con Hacienda y la Seguridad Social, además de dedicarse a engañar a quien se le pusiera por delante.

Bueno pues eso de las deudas parece que es algo común entre los grandes empresarios. Como también lo es pagar poco o nada de impuestos, y por supuesto mantener un oligopolio donde se ponen de acuerdo para fijar los precios.

Y a ejemplos me remito. Resulta que el banco más importante de España, el Santander, obliga a los trabajadores a efectuar horas extras, que son ilegales, y además no las cotiza. Total, 6500 horas extras que la Seguridad Social reclama y que no han sido cotizadas.

Un caso claro de que no pagan impuestos es el Corte Inglés, que desde hace cinco años no paga un euro de impuesto de sociedades, y todo a artilugios legales, a esa ingeniería financiera que hace que tenga compensaciones y deducciones fiscales que le evita tributar.

multinaciones tiburones

Y qué decir de esos bancos, muchos de ellos rescatados, que no pagan a las Comunidades de Vecinos, las cuotas de sus viviendas, hasta que no se lo exigen por vía judicial. O sea, han dejado en la calle a gente que no podía pagar sus pisos, los han desahuciado y resulta que cuando son de su propiedad, los bancos dejan de pagar sus obligaciones para con los demás vecinos. Una maravilla propia de buena gente, a la que hemos rescatado con miles de millones de euros y que está obteniendo más beneficios que nunca.

Si a todo esto se suma que la gran mayoría de las grandes empresas tienen filiales en paraísos fiscales, además de mantener más de una SICAV y que a pesar de los importantes beneficios el impuesto de sociedades ha bajado en los últimos ocho años un 56% (25.000 millones menos en la caja de Hacienda), nos daremos cuenta de las grandes ventajas que tienen estas empresas.

Faltaría añadir un pequeño detalle y es que además, actúan como oligopolios que conciertan sus precios. Ya han sido muchas las multas que a las empresas eléctricas, de comunicación, o las energéticas han impuesto por actuar de forma concertada. Es fácil entender, en este contexto, por qué el precio del petróleo ha bajado en un año de 85 a 46 dólares el barril y sin embargo el precio de la gasolina y el petróleo sólo lo ha hecho un 20%. O también es entendible, que sólo con acuerdos y trampas y con ayuda del gobierno, el precio de la electricidad esté por las nubes sin ninguna explicación clara.

A todo esto, a poquito que les bajen los beneficios o que piensen que puedan bajar, te hacen un ere y se quedan tan panchos, que para eso está esa “magnífica” reforma laboral. No me dirán ustedes que no es fácil, con todas estas ventajas, legales e ilegales, conseguir buenos resultados en los balances. Eso sí, los dirigentes de estas empresas han aumentado sus salarios en más de un 30% durante los años de la crisis. Vamos que cuadra todo.

Habría que preguntar quién es más trilero, si el directivo que actúa de esta forma o el gobernante que se lo permite. El resultado es que, como siempre, pagamos los mismos y ellos a vivir, y si hay algún problema, ya saben, no se preocupen, el gobierno vigilará para arreglárselo.

Salud y República


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