La verdad es que sé hacer muchas cosas. Por lo general si tu le preguntas a alguien ¿qué sabes hacer?, se queda un poco en blanco porque lo más seguro es que sepa hacer muy pocas cosas y en seguida se va al terreno laboral y te responde en ese sentido. Yo siempre he sido un claro ejemplo de esa frase tan de abuela “aprendiz de todo y maestro de nada”. Ahí encajo a la perfección. Pero hay algo en lo que no tengo la más mínima noción y soy un completo desastre: dibujar.
Si pudiera elegir un talento creo que sería ese, porque las demás artes, ya digo, mal que bien puedo decir que las controlo a medias, pero el dibujo… ahí sí que estoy perdido y mis dibujos son peores que los de un niño. Tengo cero conocimientos técnicos, cero paciencia, cero habilidad , cero intuición… nada de nada.
Y me gustaría tanto hacer dibujos de mi chica por la casa…
Hay un montón de veces que está en posturas increíbles, sentada en el sofá viendo el telediario, por ejemplo, o tumbada después de la siesta, o comiendo patatas fritas a media tarde, o sentada en la mecedora, cosiendo o mirando por la ventana con ese aire ausente y casi mágico. Siempre hay algo especial en sus posturas, una mano que cae lánguidamente, un brazo que está por encima de la cabeza, unas piernas cruzadas, una espalda que se arquea… no sé. Es difícil de describir. Tal vez por eso tenga esta necesidad de dibujarlo. Tampoco sirve hacerle una foto porque el fondo es horrible. Y es otra de las cosas que me encantan del dibujo, que el fondo lo pongo yo.
Los no iniciados en el mundo de la fotografía se sorprenderían al saber la enorme importancia que tiene el fondo en las imágenes que uno toma. Si yo le hiciera a mi chica fotos de sus poses, serían horribles porque el fondo se lo comería todo. También podría hacerlas y luego encargar a alguien un dibujo, pero no sería lo mismo, no me gustaría tanto, tendría que hacerlo yo. Solución: tomar clases de dibujo. Pero claro, a estas alturas lo veo complicado por dinero, por paciencia, por falta de una base que me permita soñar…
Por todo.
Así que me queda el consuelo de ver las imágenes en vivo. Aunque nadie las dibuje las tengo ahí para mí. Mi chica me las regala cada día. Sabe que la miro y eso hace que siempre trate de acomodarse en posturas recatadas, con lo que me gustan más aún. A veces la miro durante todo el tiempo que me deja, porque a nadie nos gusta ser observados, pero así es el amor. Se trata de conceder y gozar, de dar sin esperar recibir pero sabiendo que sí, que todo lo que das te volverá de nuevo multiplicado por mil.
La imagen de hoy no tiene mucho que comentar, la verdad. Está ahí simplemente porque mi chica la vio y le encantó. No sé, algo le evocaría ese cielo y ese flare del lente, así que en parte este post se ha convertido en un pequeño homenaje hacia ella. Uno más. Este espontáneo: yo quería hablar de pintura, de cómo manejar el deseo de no saber hacer algo, pero en fin, así salió la cosa.