Ni agredir a los alumnos como recientemente se ha visto en un vídeo que hacía un profesor de una residencia en Melilla ni pasar por alto las faltas de respeto y provocaciones de los estudiantes. En las aulas los alumnos no campan a sus anchas. Los comportamientos inapropiados, inadecuados o incorrectos tienen sus consecuencias. De hecho, cada Comunidad Autónoma regula en sus propios decretos de convivencia o de derechos y obligaciones de los alumnos las sanciones que se deben aplicar en los centros educativos, tanto en colegios como en institutos. Después, cada centro adapta esas normas a su plan de convivencia.
Los castigos en los colegios se aplican desde la más tierna infancia. Desde los tres años, cuando los niños comienzan el segundo ciclo de Educación Infantil, se recurre a algún método para hacerles entender que un comportamiento o conducta inapropiada tiene sus consecuencias. «El castigo debe ser inmediato, real y proporcional a la falta que el niño ha cometido», explica Purificación Cruz, maestra de Infantil y Primaria y psicopedagoga.
Pega a los compañeros, rompe material, no obecede…
Sin duda, las conductas de los más pequeños nada tienen que ver con las de los adolescentes. Y su tratamiento también es diferente. En Infantil, lo más probable es que un niño pegue a un compañero, rompa material escolar, no escuche al profesor o se niegue e obedecer… Conductas que muchas veces están condicionadas por la educación que se da en la familia y relacionadas con las dificultades del niño para «tolerar la frustración, o saber esperar o aprender a aceptar un no por respuesta», explica la maestra.
Cómo corregir en Infantil
Llegado el caso de tener que corregir a alumnos tan pequeños, lo más habitual es utilizar «castigos» educativos: «En Infantil —dice la profesora Cruz— se usa mucho “el tiempo fuera”, es decir por cada año de vida del niño se le retira de la actividad que esté realizando un minuto. Y por supuesto se le amonesta verbalmente».
«Un castigo puede ser recoger todos los papeles del colegio»
También realizar un trabajo para la comunidad escolar conlleva una pedagogía positiva. Purificación Cruz lo lustra así: «He castigado recientemente a un alumno que no quiso recoger el material escolar con una actividad para la comunidad: le di una bolsa de basura para que recogiera todos los papeles que había tirados por el colegio».
A veces, a los niños también se les priva del recreo, una medida que no siempre es conveniente, a juicio de Cruz. «Un niño inquieto necesita jugar para después poder estar concentrado en clase. Si le privas de ese momento de juego va a estar peor».
En Primaria: ya van al jefe de estudios
En Primaria se continúa con los mismos métodos. Amonestaciones y regañinas verbales, sin recreo, trabajos para la comunidad (por ejemplo, limpiar las pintadas de las paredes o de las mesas)… A veces, el simple hecho de «mandar a un alumno al jefe de estudios, que le consideran una autoridad por encima del profesor», ya da resultados para cambiar un comportamiento inadecuado. «Los trabajos para casa también se utilizan, pero cuando es toto el grupo el que ha fallado. Se les puede mandar hacer un resumen del tema que se está explicando en clase, y al que ellos no han puesto atención».
Pero aún siendo todavía niños, a veces las faltas reiteradas e incluso graves necesitan de una sanción más severa: una comunicación a los padres e incluso abrir un expediente disciplinario. «Se puede llegar a la expulsión de cinco, diez días o un mes», asegura Purificación.
Sanciones en Secundaria
En Secundaria, las cosas cambian. Y el comportamiento del alumno en el aula está también muy relacionado con la autoridad del profesor y con la forma en la que explica o da esa clase. El propio docente tiene que evaluar y sopesar la sanción que va a imponer ante una u otra conducta. «Todo dependen del contexto y de la forma en que el alumno cometa una falta. No es lo mismo que un chico se coma el bocata en clase, escondiéndolo debajo de la mesa, que otro lo haga de frente al profesor y con osadía», comenta José Miguel Campo, profesor del Instituto Diego Velázquez de Torrelodones y secretario general del Colegio Profesional de la Educación.
Es muy habitual que usen el móvil en clase
No hacer los deberes, impuntualidad en la hora de entrada en clase, faltas de respeto y el uso del móvil en el aula es lo más habitual a estas edades. «Se les recrimina verbalmente, se les mandan tareas comunitarias o trabajos académicos. Por ejemplo, si un alumno fuma en los servicios y se le manda que haga un trabajo sobre adicciones para exponer en clase», explica el profesor Campo. A veces, incluso se les retira el derecho a asistir a actividades complementarias como una excursión o visitas culturales.
Fuera de clase
La expulsión de clase, o mejor dicho, la retirada del derecho de asistencia a clase, también puede producirse en situaciones muy graves (agresiones, acoso, ciberacoso…). Según se cometa una falta leve, grave o muy grave, el alumno puede ser expulsado diez minutos —«lo más frecuente», dice Inmaculada Suárez, responsable del servicio del Defensor del Profesor del sindicato de profesores ANPE—, una hora o, en los casos más graves, varios días de una materia o de todas, o hasta una semana del colegio (por ejemplo, si acosa a un compañero).
Estas sanciones no son un plato de gusto para los profesores, pero algunos comportamientos en el aula de ciertos alumnos sobrepasan la falta de respeto, como advierte Suárez. No es tan raro que un alumno «tire un estuche a la pizarra cuando el profesor está explicando, ponga los pies encima de la mesa, coma un bocadillo, escuche música o se ponga a bailar en clase. En estos casos sí se expulsa al alumno. Pero cuando un chico habla con otro solamente se les llama la atención», asegura.