Entró como un ciclón en el anticuado despacho presidencial.
- Lo conseguimos, presidente, lo conseguimos.
- No le permito que entre de esa manera. Salga y vuelva a entrar con la debida compostura.
- Adelante
- Presidente, creo que hemos encontrado a nuestro mirlo blanco.
- Le ruego que hable con propiedad, consejero.
- Vale. Fuimos a la mariscada que hemos organizado y he convencido a los muchachos que ganaron las oposiciones para que trabajen con nosotros. Tenemos futuros dirigentes del partido. Sobre todo es ideal el segundo.
- ¿El segundo en las oposiciones? Pues mire usted, yo quiero siempre a los primeros, no a los fracasados. A los ambiciosos que se desgastan ojos y codos en apuntes. A los que conocen las leyes y los códigos al dedillo. Quiero a los primeros en el concurso de las cotorras. Así llegué yo en tiempos del General De la Tranca y creo que no me ha ido mal, teniendo en frente a los de la secta mafiosa católica y a los azulones borrachos.
- Pero Don M., el segundo, responde plenamente a sus deseos. Es trabajador y esforzado. Tímido, siempre estudiando, no sale de noche y su única aspiración es llegar a juez.
- ¿No será comunista? Hay comunistas por todas partes.
- No es comunista, aunque ha votado al partido del gobierno actual, pero estamos a finales de los 80 y es lo que se lleva. Lo normal
- ¿Cómo que lo normal? ¿Qué dice usted, caballero? Son nuestros adversarios políticos. En mis tiempos, en eso que ahora llaman dictadura tranquista -por el apellido del General y no porque nos devolvió la tranquilidad- los gobernantes actuales se hubieran ido derechitos a la cárcel después de cantar un rato.
- Como quiera, presidente, aunque deseo pensar que este es aún pueden ser nuestro tiempo, si encontramos los mimbres adecuados que mantengan nuestro espíritu.
- No sea insolente, JM, o lo mando a redactar manuscritos a un cuchitril de la diputación. El espíritu es cosa mía.
- Presidente, este aspirante responde a lo que necesitamos. No es una persona de ideas, yo diría que ni las frecuenta y se adapta a lo que le echen. No por ello deja de ser una persona orgullosa y hasta engreído. Tiene dotes de mando y le gusta el poder. Creo que es un terreno fértil para plantar nuestras sólidas ideas y que terminen dando fruto cuando llegue el relevo.
- Ya basta, me sobran sus elogios desmedidos. No diga una cosa más o le mando a freír espárragos. No voy a seguir perdiendo el tiempo, tengo mucho trabajo. Envíemelo y tráigame también al otro.
- ¿Al otro?
- Al que quedó primero en las oposiciones. No me voy a conformar con gangas.