La música como ejercicio requiere gran cantidad de disciplina. Un pianista puede ejecutar una pieza sencilla con apenas unos meses de práctica. Para tocar Islamey o el Opus Clavicembalisticum de Sorabji no existe edad: hay quien no lo consigue nunca. En cambio, un robot programado convenientemente podría ejecutar cualquier pieza sin curva de aprendizaje. Podría llevar el math rock o la música técnica a un nuevo nivel de virtuosismo. No obstante, como decía Frank Zappa a colación del sistema Synclavier y su evolución respecto al intérprete tradicional: «cada uno sirve a propósitos distintos».
¿Puede un robot de 78 dedos y cuatro brazos dar sentido a la música automática?¿Hemos llegado al límite de nuestras capacidades musicales? El compositor Kenjiro Matsuo ha querido cruzar la línea de lo humanamente posible a la hora de tocar instrumentos y ha creado una banda de robots capaces de tocar notas imposibles para los seres humanos.
Estos robots pueden ejecutar cualquier compás o tempo, pueden tocar a 1000 bpm o a 3’55
Para lograrlo, Matsuo y su equipo ha construido un guitarrista que lleva dos instrumentos a la vez y tiene 78 dedos para poder tocar ambos simultaneamente; el otro miembro del grupo es un batería con 22 brazos. "Ambos crean un nuevo enfoque de ritmos y melodías a través de un ordenador que envía los mensajes para controlar los movimientos de cada dedo", explica Matsuo.
Los músicos robóticos ya se han estrenado en directo ante dos audiencias de 700 personas cada una. "Ha sido una pasada. Tenía dudas sobre si sería interesante, pero hemos creado situaciones típicas de los conciertos, como que muevan la cabeza mientras tocan", revela el músico.
Un artista británico ha probado el sistema para crear música. "Ha logrado hacer cosas de mucha calidad, altísima resolución y muy técnicas, usando sólo el email", asegura Matsuo. "La gente piensa sólo en tocar o cantar, pero creo que podemos encontrar otro futuro y ampliar el concepto que tenemos de música", considera.
El futuro pasa por recopilar datos del público para hacer la experiencia más atractiva. "No es fácil recoger datos sobre las emociones, porque son intangibles, pero iremos añadiendo algoritmos basados en lo que siente el público", prevé Matsuo.
La máquina frente al hombre: en busca de la perfección
Hasta cierto punto, estos bots son vistos como nuevos payasos de circo. Pueden interpretar una pieza —pueden, de hecho, ejecutar cualquier cosa imposible para el hombre, pero su música suena tan robótica como ellos.
Entonces, ¿qué pueden aportar robot-bands como Z-Machines o Compressorhead a la música? Hay quien diría que no tocan mucho mejor que una banda de instituto, simplemente gozan de suficientes dígitos para cubrir todo el diapasón. ¿Qué mejoran? Es evidente: la perfección.
La perfección ha sido objeto de deseo durante toda la historia de la música. Es uno de los temas centrales de ‘El clave bien temperado’, el didáctico manual de J.S. Bach. Los simples latidos del corazón pueden determinar un accidente en el tempo de milisegundos. Somos máquinas erráticas. ¿Podría ejecutar un percusionista profesional piezas de Aphex Twin o Venetian Snares sin margen de error?
Los simples latidos del corazón pueden determinar un accidente en el tempo de milisegundos. Somos máquinas erráticas
El reto es nuestro, no del robot: ¿dónde quedan los límites de la composición?
La música automática propone un reto ya no para quien toca sino para el compositor. Es un campo de pruebas sólo limitado por la imaginación. ¿Ritmos de compases fraccionados? Sin problema.
La tecnología está en constante progreso, pero no conviene olvidar de dónde venimos: a través de una comprensión nuestra podemos entender mejor las necesidades de ellos. Y esto abre una nueva e incómoda pregunta: cuando ese paso esté dado, cuando hayamos alcanzado esa comunión íntima entre tecnología y biología, ¿haremos mejor música que Mozart?
¿Veremos a músicos conectados con robots mediante una red neuronal de datos que transforme sus conocimientos a través de la perfecta ejecución de un autómata?Contenido ofrecido por