Tim Mallalieu
Manager del proyecto Data Explorer de MicrosoftLa tecnología y el fútbol nunca se han llevado bien. La componente pasional de este deporte -que expresó mejor que nadie el mítico entrenador del Liverpool Bill Shankly con una frase para la historia: “el fútbol no es una cuestión de vida o muerte, es mucho más que eso”-, ha llevado a sus aficionados a desconfiar de cualquier cosa que supusiera una perversión de las tradiciones. La práctica arbitral es buen ejemplo de la alergia que el balompié tiene ante todo lo que suene a moderno. Hasta que Andrés Iniesta, en la noche sudafricana del verano de 2010 espantara los fantasmas de la selección en los Mundiales con un derechazo, los españoles preferían seguir lamentando el gol fantasma de Michel contra Brasil en México allá por 1986. Pero sólo a los más frívolos se les ocurría pensar que con la tecnología era posible resolver estos problemas; el resto han preferido siempre mentar a la madre del juez de línea.Y mientras en el fútbol se saluda la llegada de un spray graffitero para marcar la distancia de los jugadores en una barrera ante el saque de una falta como un gran avance, muchos otros deportes utilizan las tecnologías más desarrolladas desde hace tiempo. Pero la efectividad en el arbitraje no es el terreno en el que mayores aportes puede hacer la tecnología dentro de la competición profesional. El tenis, el golf, distintas disciplinas atléticas, el ciclismo, la natación o la Fórmula 1 (casi una hibridación entre la ingeniería y el deporte) entre otros muchos, llevan varios años mejorando el nivel de los deportistas gracias a la capacidad de los ordenadores de analizar todas las variables que repercuten en el rendimiento, permitiendo así modificar hábitos o indicar ejercicios específicos.
El Real Madrid, gracias al acuerdo firmado con Microsoft, es uno de los primeros clubes que ha dado el paso de incorporar los más modernos sistemas de análisis para monitorizar el estado de la primera plantilla. A través de distintos sensores que los jugadores llevan durante los entrenamientos, se recogen datos de sus movimientos, velocidad, esfuerzo realizado, fatiga acumulada, etcétera. Estos datos son analizados y puestos al servicio del cuerpo técnico para que puedan decidir qué jugadores están en el momento óptimo de forma. Eso sí, la decisión final de quién juega la tendrá siempre el entrenador, el único capaz de medir variables que la tecnología no observa. Porque, recurriendo de nuevo a Shankly, el secreto del fútbol es jugar “como si nunca pudieses cometer un error”, pero no sorprenderte “cuando lo hagas”.
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