El asma es una enfermedad crónica del sistema respiratorio caracterizada por vías aéreas hiperactivas, esto significa que tienen más capacidad para broncocontraerse. Ésta obstrucción es de una intensidad variable, y sucede habitualmente en forma de crisis, que a veces ceden solas o sólo con tratamientos especiales. La frecuencia de éstas crisis es muy variable, en algunos casos sólo una o dos veces al año, pero generalmente suceden varias crisis agudas en un período corto de tiempo, sobre todo en las épocas de cambio de clima (otoño y primavera) o en el tiempo de frío.
Entre las causas los catarros recurrentes, consumo de ciertos alimentos o la presencia de determinados agentes alérgenos, condicionan la aparición de las crisis asmáticas. Varios factores de riesgo ambientales están asociados al asma, entre estos se mencionan: humo de cigarrillo ambiental, aire contaminado, infecciones virales, estrés y probablemente causas genéticas.
Los síntomas más frecuentes son tos, generalmente seca al inicio, y progresivamente flemosa, puede ocurrir en forma esporádica o por accesos y puede llegar a producir fatiga o vómitos de flemas; disnea o dificultad respiratoria de intensidad y duración variable, sensación de ahogo o falta de aire; ruido silbante que se produce al sacar o meter aire en los pulmones debido al estrechamiento interno de las vías bronquiales.
El examen físico es importante a la hora del diagnóstico, a veces no da tiempo examinar con detalle, sin embargo se perciben las características sibilancias a la auscultación. El asma produce ciertas características que pueden ser visualizadas en una radiografía de tórax.
En su tratamiento tenemos dos alternativas, la primera seria sintomática y actúa sobre el episodio concreto, aquí se usan: adrenalina, corticoides y oxigenoterapia; y la segunda seria de modo preventivo, aquí el diagnostico ya se conoce y el paciente ante mínimos síntomas recurre a broncodilatadores, antihistamínicos o corticosteroides.