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“El respeto a la autonomía y la dignidad de cada uno es un imperativo ético y no un favor que podamos o no concedernos los unos a los otros” Paulo Freire.
Acabo de pasar cuatro días en un lugar casi idílico habitado por unas personas excepcionales que realizan una labor social muy necesaria. Pertenecen a la Asociación Garaldea, y se encuentra en una finca de 30 hectáreas en el término municipal de Chinchón. El complejo está formado por varios edificios rodeados por árboles, huertos ecológicos, una granja con dos cerdos y 24 gallinas, tres perros y no sé cuántos gatos (con lo que me apasionan los gatos a mí). Y una piscina.
Las personas que lo habitan desean que el lugar sea un sitio de encuentro y posibilidad para todo tipo de terapias.
La asociación Garaldea se origina como continuidad al encierro que trabajadores y usuarios del ámbito de las drogodependencias comenzaron en febrero de 2012 en la finca El Batán, cuando la Comunidad de Madrid decide cerrar la comunidad terapéutica que funcionaba en el lugar.
La realidad social actual, los apoyos recibidos y su convencimiento de que la transformación debe llevarse a cabo por las personas afectadas, les hizo continuar y poner en marcha este proyecto de convivencia y aprendizaje.
Los miembros de la asociación conviven generando un espacio que permita a personas que han superado su dependencia, el participar en un proyecto en el que a través del empoderamiento, el apoyo mutuo y la relación con el entorno y otros colectivos, y consigan los mínimos imprescindibles para una vida digna.
Consiguen dar continuidad al proyecto, a través de la autogestión de sus recursos. Realizan trabajos de huerto, cuidado de animales, mantenimiento de instalaciones y jardines. Están en constante intercambio de ideas, bienes y servicios con otros colectivos y personas, enriqueciéndose mutuamente. A su vez, cuentan con las aportaciones que cada uno realiza en función de sus posibilidades.
Me ha entusiasmado tanto este proyecto que he decidido hacerme voluntaria de Garaldea. Este es el grupo humano que estaba buscando desde hace muchos años sin saber que lo buscaba. Pienso que puedo aportar mi granito de arena y sobre todo que voy a aprender mucho y crecer como persona en este grupo de seres humanos maravillosos.
Este es el edificio principal, tiene sus añitos y dentro se está muy fresco.
Aquí el grupo que asistió al taller de plantas medicinales:
Después nos dimos un buen bañito en la piscina, que el calor lo pedía:
Y de postre una buena sandía fresquita del huerto ecológico (umm, qué rica):
Y a continuación una buena siesta. Qué relax...
Y con esta cara tan sonriente acabamos los cuatro días:
Es una experiencia que recomiendo a todo el mundo, y que aquel que la vive sale cambiado y enriquecido, apenado por irse y con deseos de regresar cuanto antes. Yo lo haré en breve.
Para más información: www.asociaciongaraldea.com
email: [email protected]