Revista Cultura y Ocio
Siento una especial predilección –no habré de negarlo– por la poesía que, tras nacer en lo hondo, circula por el brazo de quien escribe y llega hasta el papel o la pantalla sin más adherencias esenciales que la autenticidad y la emoción. Quizá por eso siempre he sentido a Salinas, Benedetti o Neruda, mientras que sólo he entendidoa Pound o Rilke.La mexicana Brenda Ríos nos entrega en su reciente Aspiraciones de la clase media (Ediciones Liliputienses, 2018) unas páginas que, sin dudarlo, adscribiría al primer bloque. En ellas nos deja un retrato tan riguroso como emotivo de las sístoles y diástoles de un corazón que palpita con lucidez y que nos habla de monotonías, de rutinas laborales envilecedoras (pero asumidas con gozo tibio), de seres que se uncen al engranaje tras pulsar en sus nucas el botón de Off, de repeticiones y cegueras voluntarias, de trabajos vacíos, de amores lánguidos, de incendios íntimos que te convierten en ceniza, de familias que parecen bodegones. Y todos esos paisajes (exteriores o entrañables) quedan consignados gracias a las pupilas poéticas de una escritora excepcional, que separa la mena de la ganga y que nos descubre todo aquello que nosotros –usted, yo, el vecino– sentíamos desde hace mucho pero no atinábamos a expresar con las fórmulas adecuadas: la soledad que a veces nos aqueja (“Grité por días pero no hubo nadie”), la fatiga cotidiana que nos impregna (“Solía estar todo el día cansada”) o la voluntad testimonial que en ciertas ocasiones tiene la labor creativa (“Otros sonríen, pagan cuentas. Yo hago casas”).Ediciones Liliputienses, impagable, nos deposita en los ojos la voz delicada, firme, dulce, enérgica y lúcida de Brenda Ríos. Háganse el regalo de pedir a su librero esta obra, léanla en el silencio de la noche y reflexionen al final de cada poema. Quedarán seducidos.