Asumimos medidas como respuesta a preguntas que no nos hacemos

Ante la mayor crisis económica mundial que muchos de nosotros recordamos, nuestros dirigentes nos convencen con argumentos poco claros de que los ciudadanos debemos responsabilizarnos de todo y sacrificarnos si queremos salir de ésta. Nosotros arrimamos el hombro, pero las cosas no mejoran.

Cuando empezó la crisis nos convencieron de la obligación de salvar el sistema financiero para atajar la desconfianza entre entidades bancarias, superar las tensiones de liquidez y reactivar la concesión de créditos a empresas y particulares, y en cuestión de horas se inyectaron 100.000 millones de euros de dinero público, de todos los contribuyentes, para evitar la quiebra de entidades privadas.

3 años después sabemos que nuestro gran sacrificio no ha recibido la recompensa prometida. Las entidades financieras siguen sin conceder créditos que dinamicen la economía, el Banco de España se ha visto obligado a rescatar 3 Cajas de Ahorros y un Banco, se han tenido que nacionalizar 3 Bancos, sigue bajando la calificación de las entidades de nuestro país…

Como las medidas no dieron los resultados esperados, ya nos están convenciendo de la imperiosa necesidad de fundar un “Banco Malo” estatal para sacar los activos inmobiliarios tóxicos de los balances de los Bancos haciéndose cargo de ellos el Estado a “precios inflados” con el dinero de los contribuyentes. ¿Con qué finalidad? La de incentivar el préstamo y dinamizar la economía, por supuesto.

Nunca sabremos qué hubiera pasado si los ciudadanos nos hubiéramos opuesto a estos rescates, pero un país ubicado en una pequeñita isla volcánica en el Norte del Océano Atlántico decidió remar contra corriente y dejó arruinarse a sus Bancos.

Paul Krugman, Premio Nobel de Economía en 2008, hace el siguiente comentario sobre el “caso islandés” en el artículo titulado Islandia, el camino que no tomamos.

“Islandia no ha evitado un daño económico grave ni un descenso considerable del nivel de vida. Pero ha conseguido poner coto tanto al aumento del paro como al sufrimiento de los más vulnerables; la red de seguridad social ha permanecido intacta, al igual que la decencia más elemental de su sociedad. “Las cosas podrían haber ido mucho peor” puede que no sea el más estimulante de los eslóganes, pero dado que todo el mundo esperaba un completo desastre, representa un triunfo político.

Y nos enseña una lección al resto de nosotros: el sufrimiento al que se enfrentan tantos de nuestros ciudadanos es innecesario. Si esta es una época de increíble dolor y de una sociedad mucho más dura, ha sido por elección. No tenía, ni tiene, por qué ser de esta manera.”

No entraré a juzgar si el rescate a los Bancos fue o no acertado, pero siendo autocríticos hemos de reconocer que aceptamos sin miramientos cualquier medida que nos proponen tras una campaña de comunicación encaminada a sembrar el terror y la duda entre la población. El pánico siempre nos hace olvidar que las respuestas solo tienen sentido si hemos hecho antes las preguntas.

El Sector Eléctrico está viviendo una situación muy similar. La Asociación de las 5 grandes Eléctricas, UNESA, ha recrudecido una campaña de comunicación que lleva años sosteniendo para convencernos de la necesidad de adoptar una serie de medidas urgentísimas cuya implantación no puede dilatarse más en el tiempo.

Me encanta esta frase: “si le debes 3.000€ al Banco tienes un problema. Si le debes 3.000 Millones de €, es el Banco el que tiene un problema”.

Supuestamente los Consumidores le debemos a la Eléctricas 28.800 Millones de Euros, el denominado Déficit de Tarifa. Hemos asimilado esta deuda sin pararnos a pensar si sufragarla es realmente responsabilidad nuestra, y nos hemos convencido de que hacer frente a su obligación de pago es una prioridad de Estado. ¿Por qué? Porque nos lo asegura el lobby eléctrico…

Si realmente los consumidores le debemos casi 30.000 Millones de Euros a estas compañías, ¿quién tiene el problema, nosotros o las Eléctricas?

Ha llegado el momento de plantearse si debemos aceptar las medidas que nos imponen para dar respuesta a preguntas que ni tan siquiera nos hemos hecho.

Hagámonos las preguntas, que las respuestas ya irán llegando.