REINO DE TOLEDO
Nacimiento: Se desconoce
Fallecimiento: El año 567
Padres: Se desconocen
Reinado:Desde el año 555 al 567
Perteneciente a uno de los linajes más nobles de los godos: el de los Baltos. Poseedores del gran missorium de plata; regalo del patricio Ecio al Balto Turismundo, en agradecimiento a su valeroso comportamiento en la batalla de los Campos Cataláunicos, que tuvo lugar el año 451. Su promoción real, se produjo en 549 cuando encabezó una rebelión contra el rey Agila I, que tuvo lugar en la ciudad de Sevilla, el cual había sido derrotado ante los muros de Córdoba, viéndose obligado a huir a Mérida. Analizando la rebelión y los apoyos con que contaban ambos rivales, se deduce que, a Atanagildo, le apoyaba la humillada vieja nobleza visigoda, tras casi medio siglo de predominio de la aristocracia militar ostrogoda y del linaje Amalo, también de origen ostrogodo. Esto explica que, a pesar de que, Atanagildo, expulsara del valle bético a Agila, fuera incapaz de realizar una ofensiva contra él. Recluido en la Bética e incomunicado del resto de los territorios godos, se vio obligado a solicitar la ayuda de los bizantinos, que en esos momentos, se encontraban inmersos en una lucha a muerte en Italia con los reyes ostrogodos vinculados al rey Teudis y, por consiguiente, a la aristocracia guerrera ostrogoda dominante en España.
Justiniano, tampoco perdió la ocasión, para sacar provecho de las disputas del reino germánico occidental, como ya había hecho antes en el caso de los Vándalos y Ostrogodos. El ejército imperial, llegado a la Península a finales de la primavera de 552, impidió la derrota de Atanagildo, el cual aprovechó para desbaratar una ofensiva de Agila contra Sevilla. En los años siguientes, la situación se mantuvo estable, lo cual era beneficioso para los intereses bizantinos, consistentes en acabar con el reino visigodo. Es por lo que, el año 555, cuando la guerra en Italia tocaba a su fin, arribó a la Península un nuevo cuerpo expedicionario bizantino, encaminado a establecer un dominio permanente. En consecuencia, los nobles godos que apoyaban a Agila decidieron asesinarle en su cuartel general de Mérida en marzo de ese mismo año, reconociendo como rey a Atanagildo y uniendo sus fuerzas en la lucha contra los imperiales.
Eliminado Agila y unido su ejército al de Atanagildo, permitió a éste una cierta reacción, impidiendo la aniquilación del reino godo hispano y que la conquista bizantina se extendiera por la mayor parte de la Península. Con la firma de un nuevo tratado entre Atanagildo y el Imperio, la provincia bizantina de Spania quedó limitada a una franja costera que iba desde el sur de Valencia hasta las proximidades de Cádiz, aunque por el interior no alcanzaría a tierras fuera de los sistemas Subbéticos y Penibéticos. En todo caso, el rico valle del Guadalquivir quedaba para el reino godo y Constantinopla reconocía a los godos una plena soberanía e independencia. Pero, la vecindad bizantina favoreció los movimientos independentistas de las poderosas aristocracias municipales de la Bética, aliados a algunos nobles godos asentados en las mismas. Tan sólo poco antes de su muerte, Atanagildo logró recuperar Sevilla, cuna de su rebelión, aunque sus varios intentos de dominar Córdoba terminaron en fracaso.
Los años de guerra entre Agila y Atanagildo y los esfuerzos de éste por recuperar el valle del Guadalquivir pasaron recibo a la monarquía goda. Las emisiones de monedas muestran las graves dificultades del tesoro real para sufragar el esfuerzo bélico, lo que fue aprovechado por los poderes locales de la periferia del territorio godo para independizarse: tanto en las fronteras con el reino suevo, en el alto Ebro y en La Rioja. Atanagildo, además de concentrar sus fuerzas por el sur con la frontera bizantina, tenía otro foco de atención: la Septimania. Esta región era zona ocupada por linajes de la antigua nobleza visigoda y de la nueva aristocracia militar ostrogoda, además de ser la inquietante frontera con los ambiciosos reyes merovingios. Para asegurar la neutralidad de éstos, en 566-567 concertó una alianza matrimonial con los reyes de Neustria y Austrasia, incluyendo una alianza defensiva contra cualquier agresión imperial futura. En virtud de dichos pactos las princesas godas, Brunequilday Galasvinta, hijas de Atanagildo y su esposa Gosvinta, contrajeron matrimonio con Sigiberto de Austrasia y Chilperico de Neustria. La primera tuvo un papel de primer orden en la política franca, e incluso goda, hasta su muerte en 613. La segunda, desgraciadamente, sucumbió pronto a la inquina de la ambiciosa Fredegunda, concubina de Chilperico, y moría al poco envenenada, no sin antes haber exigido el divorcio y la devolución de la dote. El incidente enfrió la alianza godo-franca, impidiendo otros enlaces matrimoniales ya proyectados entre ambas casas reales.
Atanagildo es el primer monarca godo del que consta su muerte, a mediados de 567, en la ciudad del Tajo. Sin duda, se debió a él la definitiva consolidación de Toledo como capital de la Monarquía goda, una elección estratégica, teniendo en cuenta los principales centros del poder godo: Sevilla, Mérida, Barcelona y Narbona.
Ramón Martín