Isabel Rivero De Armas
En estos 17 años de Revolución Bolivariana, la oposición venezolana no ha podido derrotar al chavismo. Antes Coordinadora Democrática, ahora MUD, ha mostrado que las acciones de la derecha golpista internacional la definen; que no tiene plan de gobierno ni quiere uno; cuáles son sus preferencias: Barack Obama, su candidato; Uribe Vélez, su líder; además de cualquier excremento al estilo de Felipe González, que le pueda servir para sus fines desestabilizadores.
A pesar de la guerra económica orquestada por la página que muestra una falsa cotización de la divisa venezolana; la escasez inducida, probada por el cierre fronterizo cuando vimos los productos venezolanos en Cúcuta; y el malestar por el acaparamiento de alimentos subsidiados, la oposición venezolana sigue desahuciada. Asunto probado en las elecciones primarias del PSUV del 28-J y en el reciente simulacro electoral.
Por consiguiente, las elecciones parlamentarias del 6D, por más que los opositores digan que tienen el triunfo asegurado, parecen una oportunidad más de reivindicación del chavismo, gracias a que sus seguidores están ideológicamente formados.
Entonces, sale a la luz un plan B, que ni siquiera es ideado por la oposición, porque no tiene la lucidez para ello, una versión más de los recientes ataques a Diosdado Cabello vinculándolo al narcotráfico, pero ahora la arremetida es contra Rafael Ramírez (RR). En relación a esto, expongo lo siguiente.
Acusaciones con supuestas pruebas, que siempre serán así: nunca probarán lo que dicen. Saben que es una mentira más, una manipulación que solo tiene por fin desconcertar y consternar a quienes votarán este 6D.
La estrategia está dirigida a la población progobierno. El montaje es así: un líder de la Revolución, hijo de Chávez y expresidente de PDVSA, es calificado de corrupto, no llega a acusación. Transcurrirán los meses y no pasará nada, simplemente un cuento, muy mal narrado, sobre un hotel y un sobrino también supuesto de RR que pacta con empresarios españoles.
Lo más deprimente de esto: quien en apariencia investiga el hecho es Wall Street Journal, un periódico que actúa como una corte suprema de justicia, mientras desvían la atención prediciendo una contracción económica en Venezuela, y ni hablar de las firmas del artículo. Eso ni se aproxima a un trabajo reporteril, menos a uno de opinión, más bien a un chisme de vecinas ociosas, y siendo muy benévolos a un periodismo panfletario.