Cualquiera de los chicos que han atentado en las Ramblas de Barcelona y Cambrils podría ser un ex-alumno mío. Los miro y observo las fotos de sus redes sociales, son neutras, cotidianas, sonrientes y solo veo unos adolescentes o jóvenes que probablemente pasaron por su instituto como alumnos, algunos más tímidos, otros más callados, pocos más conflictivos. También pienso en aquellos que acaban de llegar como inmigrantes y que no entienden, son los menos, que las costumbres son propias y diferentes en cada territorio y cultura.
Aquellos más arraigados viven su doble cultura: la musulmana y la europea con los matices de quienes entienden las dos culturas, en las que se sienten bien con sus amigos/as de aquí pero con sus ligaduras emocionales con su cultura y territorio de origen.
El atentado de las Ramblas de Barcelona me empuja a cuestionar nuestro Sistema Educativo. No son chicos de lejanas tierras que vienen de luchar en Siria o Irak, son alumnos y ex-alumnos de nuestras aulas.
Lo que me preocupa es cómo lo estamos haciendo desde el Sistema Educativo europeo, y en este caso desde el catalán, si un simple imán, Abdelbaki Es Satty, con su mujer e hijos en Marruecos, que en pocos meses convierte a adolescentes y chicos en terroristas.
Debemos reflexionar sobre cómo es posible que, al menos después de 10 años de educación obligatoria, no hayamos convencido a estas personas de utilizar el pensamiento crítico, los valores de solidaridad o las gestión adecuada de sus emociones, tanto las positivas como las negativas.
Y pienso en niños/as y adolescentes que conozco de origen marroquí, a los que aprecio y quiero, que en un futuro pudieran caer en las ideas del odio de un fanático, y porqué no decirlo crudamente, en el fanatismo ideológico de una religión.
Manipular las mentes humanas no es difícil, lo vemos constantemente en la publicidad, en el consumismo, en la transformación de ciudadanos en hinchas de un equipo de fútbol, la política, la religión, la ideología...
Los profesores somos los encargados de muchas de las acciones que realizan y reciben los niños y adolescentes, así como sus actitudes antes los problemas cotidianos, y ¿cómo es posible que no hayamos sido capaces de convencer y crear hábitos que les haga pensar de forma objetiva, poner distancia a los problemas y buscar soluciones que beneficien al máximo de personas?
Como contraste me preocupa muchísimo que alguien que venga de fuera (el caso del imán de Ripoll) sea capaz de transformar a un joven en pocos meses a partir de la manipulación de sus sentimientos y emociones.
Me preocupa que todas las habilidades que han adquirido en los años escolares y de estudio no hayan servido para madurar y ver las diferentes situaciones vivenciales con objetividad.
Como profesor de Filosofía pienso que no es tan importante los contenidos como las habilidades para pensar, analizar y llegar a conclusiones e ideas propias.
Hace falta desarrollar mucho las competencias críticas, conseguir que los alumnos practiquen su pensamiento interior y conocer muchas posibles perspectivas de cada situación para enfrentarse con garantías a la manipulación, no solo del Imán que quiere utilizarlos sino de todos aquellos que intentan anularnos como personas para convertirnos en un elemento del sistema.
El fracaso del Sistema Educativo con estos terroristas es obvio. No podemos apelar, para explicar su acción de terror, a que son individuos con problemas de personalidad o de enfermedades mentales, tampoco podemos culpabilizar en todos los aspectos a la sociedad en general puesto que muchos adolescentes, tanto de aquí como de otros países, están bajo las mismas circunstancias, muchos de los cuales sufren el desempleo, escasa educación, marginalidad, apatía, o falta de proyectos personales de futuro.
Pero estos chicos no eran personas marginadas ya que trabajaban, estudiaban, salían con sus amigos, alguno jugaba en el equipo de fútbol, visitaban la mezquita como otros de sus conciudadanos que practican la misma religión.
¿Por qué ellos? Nos queda, por tanto, analizar si el fracaso respecto al futuro de sus vidas, y la sustitución de éste por ideas absurdas y fanatizadas, no es fruto de una educación sin recursos, con ratios en las aulas increíblemente altos, con objetivos finales de etapa absurdamente diferentes a los que son propios de esta época de cambios e incertidumbres.
Hasta que no nos tomemos en serio la educación de nuestra sociedad y la transmisión de valores universales (no solo europeos), no conseguiremos inculcar en los jóvenes las competencias críticas, analíticas y autónomas para pensar y decidir por ellos mismo y no por las manipulaciones emocionales de quienes son los ideólogos de estas matanzas.
No entiendo y busco la razón de qué hemos hecho tan mal para que 12 jóvenes (son muchos) de una misma población, en este caso Ripoll, se hayan convencido de que la única respuesta a su malestar interior era matar al mayor número posible de personas inocentes, aquellos que no son directamente culpables de su situación.
¿Por qué la Filosofía se está abandonando de los currículums de las etapas educativas? En aquellas en las que todavía tienen la Filosofía como materia, me pregunto si el profesorado tenemos la formación y la vocación suficiente como para trabajar con equidad y la perspectiva suficiente para ayudar a nuestros alumnos a realizarse como individuos más autónomos y capaces de distanciarse de las manipulaciones.
O tal vez, no hay suficiente reflexión en las clases, faltan ideas para trabajar en las sesiones. Los contenidos y los libros son muy estandarizados.
Si los docentes no introducimos pasión en los temas que trabajamos, no llegamos a los alumnos. Ellos detectan si transmites algo con pasión (y por lo tanto te lo crees) o si simplemente estas llenando minutos absurdos a tu aburrida clase.
Todos tenemos culpa. Debemos cambiar de actitud, ser más beligerantes con las ideas fanáticas. Llamar a las cosas por su nombre con toda su crueldad o con toda su esplendida bondad de aquello positivo para todos.
Hemos de tomar partido por la inteligencia y la reflexión.
No debemos tener miedo de practicar la crítica, de explicar los hechos en su crudeza, así lo hice tras los atentados de París de noviembre de 2015. No estoy de acuerdo con edulcorar los hechos terribles.
El profesorado de filosofía debe mostrar las contradicciones de nuestra sociedad y ayudar a conocer más puntos de vista para que tú decidas al final qué es lo que quieres hacer con tu proyecto personal de vida, no que te lo frustre un frustrado.
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