Manifestación enParis.
Ellos no son Charlie Hebdo, aunque desfilaran juntos la tarde del pasado domingo en las calles parisienses, llenándose de simpatizantes del semanario humorístico. Medios de todo el mundo se prestaron a divulgar la misma interpretación de la masacre: el asesinato de doce personas en la redacción del semanario parisino Charlie Hebdo es un nuevo capítulo del choque de civilizaciones entre Occidente y el Islam, entre la Democracia y la Barbarie. La masacre fue presentada como un capítulo más de la guerra entre el bien y el mal, la democracia y la barbarie. Lo que permite que, en esta interpretación esquemática, cada uno, adaptándose a su ideología, se acomodase según sus gustos ideológicos. Sin embargo, el atentado dejó expuesta la crisis de identidad al interior de la sociedad francesa, así como el efecto boomerang de la política exterior de Europa contra los países del Medio Oriente. Tanto quienes pidieron una devolución guerrera en términos de 'ojo por ojo', como quienes explicaron, magnánimos, que los grupos extremistas apenas representan una ínfima porción de la comunidad musulmana, todos compartieron la misma manifestación, tratando un conflicto en el que la sociedad francesa, y por extensión, la europea, fue víctima de un ataque externo de un “otro” barbárico, incomprensible y ajeno.
“¿Es correcto este enfoque? –se pregunta Federico Vázquez: 'Telam’ en su articulo ‘Atentado atentado en Paris: choque de civilizaciones o crisis europea’– Volvamos sobre la escena del crimen. Quien comandó el ataque fue Chérif Kouachi fue un joven de 32 años, nacido y criado en París. Un ciudadano francés matando a otros ciudadanos franceses. Este dato, más allá de cualquier otra interpretación, obliga a calificar la matanza como parte de un problema en el interior de la sociedad francesa. Por la sencilla razón de que quien perpetró la matanza nació, fue educado y se socializó en el interior de esa sociedad. Un video que circula por la web muestra a Chérif, en 2005, con 22 años, como un joven rapero de la periferia parisina. El contexto social de la época no es para nada aleatorio: ese mismo año quedó marcado como el año de las grandes revueltas de jóvenes desclasados, ya sea por su origen social, étnico o religioso… Probablemente, Chérif ni siquiera participó de esas protestas, aunque, probablemente, su entorno familiar y de amistades no estuvo ajeno a ellas. Pero la respuesta del Estado no fue tolerante ni democrática: en medio de la convulsión callejera el entonces ministro de Interior, Nicolás Sarkozy, los catalogó públicamente como ‘escoria’. Según medios franceses, tres años después, Chérif inició sus contactos con células terroristas activas en Irak y Siria que buscaban reclutar jóvenes del Primer Mundo para combatir en Medio Oriente”.
La semana pasada, el sociólogo francés Alain Tourine reconocía que más de mil jóvenes franceses pasaron a enrolar las filas yihadistas en los últimos tiempos. “Algo anda mal en la sociedad francesa –insiste Vázquez– para que cientos y cientos de jóvenes, nacidos y criados allí, abandonen la tierra de la libertad y la democracia para adentrarse en las entrañas del monstruo coránico. ¿Será que no todos pueden disfrutar de la misma libertad? ¿Será que no todos son iguales en la Francia actual de la austeridad económica y la xenofobia racial y religiosa? Para mirarlo de la manera más microsociológica posible: algo no está bien entre los vecinos de París que resuelven sus diferencias religiosas y culturales mediante el uso de Kalishnikov. Porque, aunque parezca extraño, el exquisito caricaturista Stephane Charbonnier y Chérif Kouachi, ex rapero convertido al fanatismo islámico, vivían en la misma ciudad. Claro que resulta más tranquilizador responder que se trata de una ‘contaminación’ externa. Sin embargo, todo apunta al corazón de las sociedades europeas, por más que en estas horas sus líderes políticos insistan en arrojar el problema fuera de su cancha”.
El brutal asesinato a los periodistas de la revista satírica se explica según cómo se mire. Pero, en vez de acentuar la 'otredad' simplona, descargando las culpas sobre una vaporosa 'barbarie', cabría realizar, como hace Vázquez, un curso acelerado de introspección sobre la propia 'civilización'. No se trata de decir que los franceses son igual de bárbaros que los musulmanes, sino de entender que existe un problema social, político, económico y, en último término, religioso en las sociedades europeas, y no fuera de ellas, en algún 'oscuro rincón del mundo'. “El problema está en Europa y puede resumirse en que sociedades como la francesa construyen una identidad excluyente, refractaria a incorporar de manera plena a nuevos contingentes poblacionales, manteniendo así una separación y segregación cultural y social impropia de un país que se ve a sí mismo como plural y democrático”.
(Mañana) Atentado en París contra Charlie Hebdo (y II): El cinismo de los jefes de estado.