Después de unos cuántos días de viaje, por fin llegamos a Madrid. La verdad es que tras tanto tiempo con carencias básicas, he agradecido mucho llegar a un sitio donde abres el grifo y sale agua que hasta puede beberse sin necesidad de potabilizar.
Esta mañana hemos ido al Carlos III y nos han mandado hacer pruebas de todo tipo. Tenemos que volver el viernes. Después de estar un mes y medio tratando a gente sin pruebas diagnósticas, se me hace raro que me pidan PCR que cuesta un riñón para diagnosticar cosas que seguramente no tenga, y cuyo manejo no va a variar mucho. Pero así es nuestra sanidad, y por eso hay paises que van bien y otros donde muere gente a cholón.
Tengo que contar muchas, muchas cosas, de momento he de ordenar las ideas. Diré que tuve la despedida más dura de mi vida cuando tuvimos que decir adios a los niños del orfanato: el niño gordito, la niña de la vara, la niña de las bragas, la niña-niño, el niño-niña, el bebé letárgico... Por cosas tan circunstanciales como te donde te ha tocado nacer, tu vida está totalmente predeterminada sin que a veces puedas hacer mucho para cambiarla. Los más inocentes, los niños son los que me han tocado el alma en este viaje. Se merecen mucho, mucho, y les escribiré varias entradas.