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Tras esto, la serie aborda, en
The Club, la cultura los locales nocturnos, con sus vips, su corte de aprovechados, el juego de las apariencias, las chicas guapas como reclamo, una bartender sabia, y empresarios que no quieren pagar: aquí el tío es tan esquivo que incluso tiene una trampilla para eludir a sus acreedores.Otro estupendo capítulo, Juneteenth, se refiere a la celebración de la emancipación afroamericana, y puede resumir el espíritu de la serie. Earn y Vanessa asisten a una fiesta que ofrece una adinerada pareja interracial. Ella es una vieja amiga de Vanessa. Él, de raza blanca, admira la cultura afroamericana con una condescendencia que recuerda a la película Déjame salir (2017). Vanessa quiere hacer contactos para encontrar trabajo y mejorar su situación y le pide a Earn que finja de cara a sus anfitriones. Atlanta nos habla en gran medida de la cultura del éxito y del juego de las apariencias. Desde una mirada crítica propone que estamos obligados a crear un personaje para acceder a ciertos círculos, sociales, económicos e incluso artísticos (o criminales). Los protagonistas de Atlanta, sin embargo, siempre acaban fracasando en este juego, porque su verdadera esencia se revela por accidente o por un impulso autodestructivo. Esto es un mecanismo habitual en la comedia: el protagonista intenta algo que acaba saliendo mal y eso nos hace reír, pero aquí ese fracaso, además de humorístico, tiene que ver con la integridad moral
El último capítulo de la primera temporada, The Jacket, reincide en este tema. El argumento se centra en la búsqueda de una chaqueta perdida en una noche de juerga, de la que Earn no recuerda nada. Como un detective, el protagonista intenta la reconstrucción de lo ocurrido la noche anterior, por ejemplo, a través de los vídeos subidos a la efímera red social Snapchat. La obsesión de Earn por la prenda, que le lleva a actuar de forma inusual, tiene efectos cómicos. No entendemos la importancia de la chaqueta, cuyo valor Alfred cree adivinar -y resolver- en lo más parecido a un momento emotivo de toda la serie. Pero la verdadera razón es diferente, y desvela una decisión vital de Earn que habla, de nuevo, de integridad y de evitar atajos, como vender drogas o vivir a costa de Vanessa.
La segunda temporada de Atlanta, con el subtítulo de Robbin Season, reincide en los temas de la primera entrega: en el episodio inicial, Alligator Man, el prólogo nos coloca de nuevo en el submundo criminal. Earn, prácticamente un sintecho, se enfrenta a una serie de situaciones que rozan el absurdo, pero que también son realistas: interactúa con personajes excéntricos que viven al borde de la criminalidad, y se enfrenta a temas como la violencia doméstica, las drogas y las armas, siempre abordados, eso sí, sin carga moral. Todo esto lleva al inevitable encontronazo con la policía. Pero también aparecen en la historia una leyenda urbana, la de Florida Man, en clave de humor (negro) y la posible presencia de un cocodrilo dentro de una vivienda, elementos que aportan un tono surrealista. 7/10En la segunda entrega, Sportin Waves, la doble faceta de Alfred provoca contrastes: primero le vemos como vendedor de drogas, siendo robado por su proveedor. Luego asiste a una moderna empresa tecnológica con aires de Silicon Valley, interesada por su música como 'Paper Boi'. Alfred mira con la misma cara de desaprobación al camello que le roba faltando a una suerte de ética profesional entre criminales y a los millennials que, en aras de lo cool, han prescindido de las unidades de lectura de cd y son incapaces de escuchar el nuevo trabajo del rapero. Un nuevo personaje, Tracy (Khris Davis), se burla del capitalismo aprovechándose de sus propias reglas: tarjetas-regalo y políticas de no persecución a los que roban en las tiendas. Pero todo esto solo sirve para un consumismo sin sentido. La verdadera intención de Tracy es vestir como los blancos e impresionarles. Tracy intenta “entrar en el sistema” mediante una entrevista de trabajo, pero fracasa y culpa de ello al racismo. Paradójico. 7/10
Money Bag Shawty cambia las reglas del juego: Earn consigue dinero, por fin, como representante de ‘Paper Boi’, pero, significativamente, su nueva capacidad económica no le convierte automáticamente en un ganador. La sociedad sigue sin respetarle como cuando no tenía un solo céntimo. El argumento expresa estas ideas a través de un billete de 100 dólares que Earn no consigue que nadie acepte, por ser demasiado grande, supuestamente falso, o por ser él afroamericano. Alfred es el encargado de verbalizar la moraleja de la historia, refiriéndose de nuevo al juego de las apariencias y a la hipocresía social. Lo importante no es tener dinero, sino comportarse como alguien que se cree mejor que los demás. 7/10
Helen, dirigido por Amy Seimetz y escrito por Taofik Kolade, parece una entrega algo más convencional de la serie -aunque no por ello de menor calidad- que juega, otra vez, con las cuestiones raciales y las apariencias. El escenario es una fiesta alemana, el Oktoberfest, al que Vanessa lleva a Earn. Ella está en su mundo -al parecer vivió un tiempo en Alemania- y le pide a él que participe. Hay extrañas reglas sociales, máscaras y juegos en los que Earn, como afroamericano, se siente incómodo. Pero el peso del conflicto aquí es de pareja y no de identidad racial. El guión habla de los peajes que debemos pagar para compartir la vida con otra persona, pero la serie ya ha establecido que Earn no es un personaje dispuesto a transigir. 8/10
Barbershop le da el protagonismo a Alfred, y el planteamiento es tan sencillo como que el rapero decide cortarse el pelo. Escrito por Stefani Robinson y dirigido por Donald Glover, el capítulo se siente como un ejercicio de comedia pura, en el que una situación lleva a la otra para desesperación de Alfred, dejando de lado la carga social de la serie, más allá de que Bibby (Robert Powell), el barbero y personaje central del argumento, sea un afroamericano con tres trabajos para mantener a su hijo, y esté metido en varios negocios ilegales, chanchullos y estafas. 7/10
En el mismo sentido, Teddy Perkins propone un argumento aislado, una historia autoconclusiva, centrada en Darius, al que vemos, sorprendentemente, conduciendo un camión de mudanza. Se dirige a la mansión de Teddy Perkins, ficticio artista musical, personaje de caracterización chanante, atrapado en su propio Xanadú, que reúne elementos biográficos de artistas como Michael Jackson: un padre abusivo, el blanqueamiento de su piel -buscad en Google “Sammy Sosa Hat”- y una vida adulta excéntrica. Este personaje, interpretado por el mismo Donald Glover bajo el citado maquillaje chanante, introduce a Darius en una historia que hace pensar en El crepúsculo de los dioses (1950) y sobre todo en ¿Qué fue de Baby Jane? (1962). 10/10
Champagne Papi tiene una premisa cotidiana -una noche de chicas- en un escenario extraordinario, la mansión del famoso rapero Drake, personaje principal de un episodio en el que cada una de las amigas de Vanessa vive su propio 'descenso a los infiernos' tras tomarse una droga sintética con forma de osito de gominola -conocida como 'la Bomba'-. Así, Van se pierde en la mansión del cantante; Candice (Adriyan Rae) se pira a otra fiesta; Tami (Danielle Deadwyler) se raya con una pareja interracial; y Nadine (Gail Bean) alucina y se pone filosófica con Darius. Pero sobre todo el episodio habla de las redes sociales y critica la falsedad de esa vida que nos fabricamos en Instagram (sobre todo cuando crees que tu expareja está mirando). 7/10
Woods reincide en ese mismo tema, cuando Ciara (Angela Wildflower) intenta que Alfred, como 'Paper Boi', participe en el juego de la fama en las redes sociales: monetizar, promocionar y conseguir cosas gratis. Cuando Alfred expresa que prefiere mantenerse 'real' se embarca en una aventura terrorífica, dirigida por Hiro Murai, en la que su fama se convierte en una pesadilla y acaba perdido en el bosque que da título al episodio. 8/10
Sorprendente y lleno de emociones es North of the Border, con un sentido de la comedia similar al de Jo, ¡Qué noche! (Martin Scorsese, 1985). Todo va mal, a pesar de partir de una premisa lógica: Earn convence a un reticente Alfred para actuar en una gala benéfica universitaria. A partir de ahí, todo es raro: se hospedan en la casa de una instagramer fanática de 'Paper Boi'; Tracy se toma su papel de guardaespaldas demasiado en serio; en la gala en cuestión artistas y espectadores van en pijama; etc. Más cosas pasan en una noche loca que acaba con una nota de mal rollo en esta mini-película dirigida, de nuevo, por Hiro Murai, que vuelve a demostrar su capacidad para crear atmósferas extrañas. 9/10
Fubu retrocede a la infancia de Earn y Alfred para hablar seriamente del acoso escolar. Dirigido por Donald Glover, lo mejor del episodio es cómo refleja el terror constante que se puede sentir en un instituto y cómo ese universo adolescente está totalmente desconectado del de los adultos. La premisa es brillante: dos niños acuden a clase con camisetas prácticamente iguales, y pequeñas diferencias entre ambas hacen pensar al resto de los chavales que una de las prendas es una falsificación. Descubrir al poseedor de dicha camiseta y castigarle se convierte en la obsesión de esa pequeña -y represora- sociedad paralela. 10/10
Por último, Crabs in a Barrel reflexiona con humor pesimista sobre la discriminación racial: los afroamericanos tienen menos oportunidades que, por ejemplo, los judíos. El propio Alfred no se fía de un letrado negro y pide a Earn uno hebreo. La hija de Earn, al destacar en el colegio, obtiene la oportunidad de estudiar en un centro escolar de calidad, en un colegio de blancos. Pero atención a la mirada critica del episodio sobre el varón afroamericano: los empleados de mudanza que no dan palo al agua, o cómo Alfred y Darius parecen incapaces de estar a tiempo en el aeropuerto o de tener el pasaporte vigente. Darius lo dice claramente: los negros no tienen derecho a fallar. El incidente que está a punto de sufrir Earn en el aeropuerto, habla de cómo su origen social persigue a los afroamericanos: la pistola dorada de Alligator Man, del primer capítulo, aparece en el peor momento. La moraleja es dura: los afroamericanos deben esforzarse más -y ser capaces de cualquier cosa- para salir adelante. 8/10