El habitual colaborador de este espacio para las fotografías, tomó esta instantánea una mañana frente a la costa del Atlántico, durante el invierno. Ni siquiera recuerdo donde me dijo que fue disparada. En todo caso, siempre me trasladó la sensación de frialdad, entre la arena azulada y la bruma que oculta el horizonte, presagiando un naufragio anunciado. La disculpa de que cualquier tiempo pasado fue mejor es un atavismo, y todos tenemos algo de ave fénix, renaciendo siempre de nuestras propias cenizas. La marea bajaba, pero solo para volver a cubrir la playa pocas horas más tarde. Para entonces estaríamos todos lejos de ese paisaje desierto, de silencio roto por la voz ronca de un mar que sigue en eterna guerra contra sí mismo.