Revista Cine

Atlàntida FF 2021 - Parte 4: Retratos

Publicado el 05 agosto 2021 por Enprimerafila
Nuestro repaso a la programación del Atlàntida Film Fest se detiene hoy en los retratos de personajes, ficticios o reales, que ofrecen algunas de las películas que forman parte de la selección principal. En ocasiones fallidos, aunque en otras de una profundidad notable, este es un recorrido por personajes que acaparan buena parte del interés de las historias que protagonizan. 

MUROS Y FRONTERAS

El personaje de Zed (Riz Ahmed) en Mogul Mowgli (Bassam Tariq, 2020) es la representación de los jóvenes ingleses de segunda generación cuyos padres emigraron huyendo de la guerra. Su padre, Bashir (Alyy Khan) escapó durante la división del Imperio Británico en la India que dio lugar a la creación de Paquistán, a su vez dividida en Paquistán y Bangladesh. Zed es un músico que practica el freestyle rap en el que habla de sus orígenes, de su conexión con la cultura de sus ancestros, pero que en la vida real convierte en desconexión, reivindicandose más como inglés que como paquistaní. "Rapeas mucho sobre tus orígenes pero, ¿cuándo fue la última vez que pasaste tiempo con tu familia?", le echa en cara su novia Bina (Aiysha Hart). Zed ha heredado de su padre la constante huida, pero en este caso no se trata de una huida física, sino psicológica. En el terreno musical, está a punto de tener un gran éxito sirviendo como telonero al rapero RPG (Nabhaan Rizwan), que practica sin embargo un estilo muy diferente, cuyas letras no tratan temas reflexivos sino que resultan más superficiales y banales, relacionadas con el sexo y la diversión. Pero sigue siendo una oportunidad para transmitir otro tipo de mensajes. 
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El estilo musical de Zed tiene muchos elementos de conexión con el estilo del propio Riz Ahmed como cantante del dúo Swet Shop Boys, formado junto al rapero Heems, en cuyo álbum Cashmere (Customs, 2016) ya mostraban esas referencias musulmanas. Pero sobre todo en el último disco en solitario de Riz Ahmed, The long goodbye (Mongrel Records, 2020), se incluyen temas que conectan directamente con la película, como "Toba Tek Singh", que hace referencia a una ciudad paquistaní, pero también a un cuento de Saadat Hasan Manto (1912-1955) que habla sobre las tensiones entre Paquistán e India. Esta referencia se hace visual en la película a través de un personaje misterioso que se aparece constantemente en la imaginación de Zed. 
La oportunidad que tiene Zed de realizar una gira por Estados Unidos junto a RPG se frustra cuando hace su aparición una extraña enfermedad muscular autoinmune que será la metáfora de este enfrentamiento interior del protagonista respecto a sus orígenes: "Su cuerpo no se reconoce y se está atacando a sí mismo", le dice la doctora. De forma que todo el proceso de evolución de la enfermedad se convertirá también en un proceso de aceptación del protagonista, en una lucha constante que se hace quizás demasiado obvia. El guión está escrito por el propio Riz Ahmed y el director Bassam Tariq, y tiene una evidente preocupación por esta necesidad de conexión con el pasado, buscando una identidad que consiga conjugar ser tan británico como paquistaní. En su álbum The long goodbye, Riz Ahmed lanzaba un grito de guerra contra la hipocresía y el racismo en Gran Bretaña. De alguna manera, Mogul Mowgli funciona también como una cara B, más dirigida hacia los propios jóvenes de segunda generación.  
MELODÍAS 
Entre la reciente moda de los biopics musicales, uno de los más recientes y controvertidos es Stardust (Gabriel Range, 2020), que se centra en la figura de David Bowie. Pero los productores no consiguieron los derechos musicales del cantante inglés, que gestiona su hijo Duncan Jones, quien a través de les redes sociales dejó claro cuando se anunció el cásting que nadie tenía los derechos para realizar esta película. "Si quieres ver un biopic sin su música y sin la bendición de su familia, es cosa tuya", escribía Duncan Jones a sus seguidores en twitter. Es más, poco después, medio en broma, medio en serio, afirmaba que la única posibilidad de que se hiciera una película sobre David Bowie con su bendición sería si estuviera dirigida por Peter Ramsey, el director de Spider-Man: Un nuevo universo (2018) y escrita por Neil Gaiman, el creador de American Gods (Starz, 2017-2021) o The sandman (Netflix, 2021-).  
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Pero la falta de apoyo familiar no impidió que Gabriel Range y su co-guionista Christopher Bell pusieran en marcha el proyecto, que ellos mismos no definen como un biopic, sino como una historia centrada en la gira que dio David Bowie por Estados Unidos junto al manager norteamericano Ron Oberman, en 1971, cuando acababa de lanzar su album The man who sold the world (1970, Mercury Records) y había conseguido un cierto éxito con su canción "Space oddity". Por alguna razón, los guionistas convierten esta gira por Estados Unidos en un trayecto por carretera, que según Rob Oberman, nunca sucedió. De hecho, el antiguo manager de David Bowie también comentaba tras el estreno de la película que nadie se dirigió a él para preguntarle sobre la gira. Por tanto, se entiende que buena parte de lo que sucede en Stardust es una fantasía creada por Gabriel Range y Christopher Bell. Y lo es de forma discutible, ya que proponen la teoría de que lo que llevó a David Bowie a disfrazarse de personajes como Ziggy Stardust fueron los problemas mentales de su hermano, lo cual no parece muy cercano a la realidad. 
El problema principal, en todo caso, no es que no funcione como retrato realista del personaje, sino que tampoco lo hace en el terreno de la fantasía biográfica. Sobre todo porque aborda una exploración en torno a las enfermedades mentales que podría haber sido interesante. Pero, ¿por qué construir un personaje ficticio atemorizado por la enfermedad de su hermano basándose en un David Bowie que nunca se avergonzó de ella? En este sentido, la interpretación de Johnny Flynn abunda en la creación de un personaje miedoso, tímido, recatado en su visión del mundo, que parece no estar muy cerca de la personalidad de David Bowie en aquella época. En la canción "All the madmen", David Bowie decía: "No me dejes libre, prefiero quedarme aquí, con todos los locos, que perecer con todos los hombres tristes que vagan libres. Prefiero jugar aquí, con todos los locos, porque estoy contento de que estén tan sanos como yo". 
ARTE
Al comienzo del documental The most beautiful boy in the world (Kristina Lindström, Kristian Petri, 2020) vemos al protagonista, Björn Andrésen, haciendo frente a las quejas de su casera por el estado de abandono en que tiene su piso de alquiler. En cierto modo, este desorden que se aprecia en el lugar donde vive es la representación del desorden psicológico en el que ha vivido en los últimos años. Él fue calificado por Luchino Visconti como "el chico más bello del mundo", pero esta descripción se acabó convirtiendo en una losa psicológica difícil de soportar. El documental, seleccionado en el Festival de Sundance, indaga en este viaje personal que ha vivido Björn Andrésen desde que se convirtiera en un icono tras su participación en la película Muerte en Venecia (Luchino Visconti, 1971). Pero en realidad no es exactamente un acercamiento estrictamente cinematográfico, ya que el protagonista tiene poco que decir sobre Luchino Visconti, excepto que se dedicó a protegerlo del resto del equipo, conduciéndole a un estado de soledad que tampoco pareció beneficiarle. Curiosamente, es el guión del documental el que hace referencias más controvertidas, en cierto modo manipuladoras, hacia la figura del director italiano, cuando se comenta que el joven Björn Andrésen tenía un contrato de tres años, afirmando que "era propiedad de Visconti". 
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Lo más controvertido del documental es cómo insinúa temas sin llegar a definirlos completamente. Björn Andrésen menciona que Luchino Visconti le llevó a un club gay, pero no sabemos hacia dónde se dirige esta afirmación. También se dice que, cuando ya tenía veinte años, ejerció de escort en París, viviendo con un hombre que le daba dinero habitualmente, pero nunca se menciona esa palabra. Hay muchas insinuaciones pero pocas aclaraciones. Lo que sí es evidente es que el adolescente Björn se enfrentó a un mundo de fama superficial para el que no estaba preparado, y que no recibió la protección a la que estaban obligados los adultos que le rodeaban (su abuela fue quien le acompañó en este proceso). Esto se ve más claro en su etapa en Japón, donde fue introducido en el mundo de los drogas, incluso con la afirmación un tanto cínica de uno de sus mánagers (uno de los que explotaron su imagen) de que "todo iba tan deprisa que no teníamos tiempo de preguntarle a él lo que pensaba". Curiosamente, los directores profundizan poco en la figura de la abuela de Björn, que le acogió tras el suicidio de su madre, y quien parecía obsesionada con la idea de que su nieto fuera famoso (ella le convenció de hacer el viaje a Japón). 
En buena parte, The most beautiful boy in the world está narrado desde el Björn a sus sesenta años, largo pelo y barbas canosos, figura delgada, que le ha permitido realizar papeles secundarios en series de misterio suecas como Jordskott (SVT, 2015-2017) y Springfloden (SVT, 2016-) y en películas de terror como Midsommar (Ari Aster, 2019). Detrás se han quedado las etapas de depresión, alcoholismo y autodestrucción, especialmente tras la muerte de su hijo recién nacido, cuyo diagnóstico médico fue síndrome de muerte súbita, pero que él denomina como "falta de amor".  De hecho, su única hija, Robine le define como "un buen padre en teoría". El documental se alimenta del drama del protagonista y lo explota hasta esa última imagen que parece sacada de un cuadro romántico, con la imagen semi oscurecida de Björn Andrésen caminando entre los pasillos de un edificio en ruinas. Es otra forma de explotación, pero esta vez al menos tiene su consentimiento. 
GENERACIÓN
Ganadora del Premio al Mejor Director en la Mostra de Venecia 2020 y del Premio al Mejor Actor en Cinema Jove, Kitoboy (The whaler boy) (Philipp Yuryev, 2020) ofrece el retrato del joven Leshka (Vladimir Onokhov), que vive en la región siberiana de Chukotka junto a su anciano padre, donde la mayoría de sus habitantes se dedican a la caza de ballenas con arpón. Pero el aislamiento de la población que el director muestra con planos aéreos no es exactamente una separación absoluta, ya que internet le permite estar conectado con el exterior. Aunque, al contrario que el adolescente protagonista de Village to the end of the world (Sarah Gavron, David Katznelson, 2012), que también habitaba una región aislada de Groenlandia pero tenía 200 amigos en Facebook, el interés de Leshka está más enfocado en el perfil de una joven en una webcam erótica con la que está obsesionado. 
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El primer acto, el más interesante desde el punto de vista visual, muestra la vida de este pueblo ballenero y el despertar sexual de Leshka, que opta por acudir a un club de prostitutas. La película pretende ofrecer una mirada inusual, pero tiene todos los tics del cine "de festivales": cámara al hombro, formato 4:3, fotografía preciosista... Esta visión por tanto resulta algo artificial, demasiado impostada para transmitir el realismo que pretende trasladar. Los actores no profesionales también ofrecen cierta naturalidad, pero les falta, especialmente en el caso del protagonista, dar cierta profundidad a su personaje. La última parte de la película, cuando Leshka decide iniciar un viaje a Detroit, donde vive la joven con la que se ha obsesionado por internet, adquiere un tono de fábula, y es donde encontramos algunas referencias musicales al cine de David Lynch y un cierto aire al estilo de Aki Kaurismäki. Pero el viaje de Leshka se convierte en realidad en un viaje interior, en una salida introspectiva que le devuelve a sus orígenes. 
CONTROVERSIA
George Soros ha sido siempre una figura controvertida, un hombre que se hizo rico apostando en contra del Banco de Inglaterra en 1992 y que se convirtió en uno de los más acaudalados del mundo. Objeto de numerosas teorías de la conspiración que provienen principalmente de los sectores más conservadores, George Soros es, digamos, un millonario de izquierdas, considerado por la revista Forbes como uno de los donantes más generosos de su fortuna, a través de su sociedad Open Society Foundations, una red internacional de donaciones que apoya el avance de la justicia, la educación, la salud pública y los medios independientes. Pero también podría definirse como una red internacional que influye en la política y los gobiernos de numerosos países: fue, de hecho, uno de los principales enemigos de Donald Trump en su carrera hacia la Casa Blanca. 
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El documental Soros (Jesse Dylan, 2019) ha contado con la colaboración de los hijos del magnate, y también con la participación del propio George Soros quien, desde la primera pregunta, ya da indicios claros de que es él quien quiere controlar la narrativa. Es evidente que Jesse Dylan es un admirador de George Soros, se centra primero en mostrar la imagen negativa que la derecha ofrece del personaje para, seguidamente, construir una especie de hagiografía que nunca plantea dudas, ni aborda cuestiones comprometidas (y si lo hace, ya se encarga George Soros de decirle al director de qué tema tiene que preguntarle). Lo peor del documental es que, al final, conocemos menos a George Soros de lo que le conocíamos al principio, porque ofrece una versión tan dulcificada y amable que despierta más incógnitas que las que teníamos al comenzar la película. 

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